Matar a los Hijos

Matar a los Hijos

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Creo que es importante hablar ahora de los hijos para que el artículo anterior ‘Matar a los Padres’ tenga sentido porque, como vimos, hay que poner acción por ambas partes (padres e hijos). Te recomiendo que sigas leyendo si eres padre/madre de hijos adultos y ves que sus vidas están un poco o bastante ‘descarriladas’ y que todo el peso de responsabilidad cae sobre ti o tu pareja afectando a tu salud física y emocional. 

No has matado a tus hijos si:

  • Te llaman a diario (da igual la hora porque parece ser que tú no duermes ni tienes vida privada) para comentarte con detalle todo lo que les ocurre en el día, sea importante o no.
  • Te llaman para que le resuelvas cosas muy importantes y también cosas irrelevantes. Ahora en vez de llevarle al colegio le llevas las ‘cuentas’.
  • Te llaman para pedirte ayuda con tus nietos a cualquier hora y día. Aquí no te puedes negar porque significaría que, además de ser un mal padre o una mala madre, también serías un mal abuelo o una mala abuela y, recuerda, que para ellos tú no tienes vida, ni compromisos y eres como una gasolinera 24/7.
  • Te llaman para pedirte que les avales en la hipoteca, en un préstamo o en un coche que casi no pueden pagar.
  • Aparecen sin previo aviso en tu casa y se pasean por tu casa como ‘Pedro por su casa’ (ellos sienten que aunque no vivan allí sigue siendo su casa y creen que tienen todo el derecho del mundo) y te abren la nevera, te picotean la comida que estás justo cocinando. Por cierto, tuve un cliente que todos los días iba a casa de su madre para cagar, literal, no me lo invento y eso nos dice mucho. Y otro cliente, hijo super indignado, porque su madre había convertido su antigua habitación en armario-ropero. 
  • Preparas tuppers de comida para tus hijos, tus nietos y yernos/nueras y para todo el que se apunte al buffet libre.
  • Te dicen que lleves o recojas a los niños de extraescolares o que vayas a las reuniones con los tutores. Muchos de estos hijos no esperan respuesta por tu parte porque dan un ‘si’ por sentado.
  • Viven todavía en tu casa o han vuelto a casa porque se acaban de separar o han sido despedidos y esto que puede parecer temporal se hace eterno. Y además no aportan nada económicamente y viven com si estuvieran en un hotel (mucho mejor que en un hotel porque en tu casa no hay precio por habitación y día). Te conviertes en señora de la limpieza o camarera de piso o en mayordomo, criado o sirviente, como más os guste..
  • Te echan en cara que a pesar de darles todas la facilidades se sienten unos fracasados/desgraciados y la culpa es tuya porque tú no confías en ellos, porque no crees en ellos y además prestas más atención a sus otros hermanos. Y además algunos tienen ‘traumas infantiles’ como, por ejemplo, que a los 8 años le dijiste que los Reyes Magos eran los padres y no le trajiste la Barbie o el Ken de turno. ‘Por culpa’ de toda esta experiencia tan ‘traumática’ tus hijos ‘adultos’ aún viven en tu casa.
  • Creen que tienen todo el derecho del mundo a pedir, pedir y pedir ya que para ellos es normal el ‘a todo si’ y que les tenéis que dar, dar y dar. Son tus hijos, por Dios Santo, es ley de vida, es tu obligación…(Esta última frase ni se te ocurra creértela).
  • Cuando los llamas tú porque necesitas su ayuda te hacen goshting o tardan en responder a tus mensajes o llamadas. Dan por sentado que tú estás perfectamente, que eres casi inmortal.
  • Tu cuenta bancaria está en números rojos cuando llega final de mes.

Si te has sentido identificado/a en algún punto anterior significa que tienes un hijo adulto con mente infantil. Y creo que te convendría poner límites si no quieres enfermar, arruinarte y entrar en ansiedad o depresión crónica (todo junto, si, las tres cosas tipo efecto dominó). Y aquí es importante observar tus patrones de conducta que seguro que son los mismos que cuando era pequeño y no pusiste tope o no supiste criarlo para que se convirtiera en un adulto autónomo e independiente. Pero ojo, ahora no es cuestión de coger el papel de víctima por lo mal que lo hiciste. Todos tenéis que poner de vuestra parte y tus hijos son los primeros que tienen que responsabilizarse porque ya no hay excusas, ya no tienen derecho, ni voz, ni voto en tu vida, ni tú tampoco en la suya. Tus hijos tienen que Crecer.

Has matado a tus hijos si:

  • Los ves de vez en cuando y son momentos de calidad y no de ‘succión’. Existe un perfecto equilibrio entre dar y recibir.
  • No tienes ni idea de su rutina diaria ni tampoco te preocupa porque confías plenamente en sus capacidades.
  • Ves a tus nietos en los encuentros familiares y cuando te apetece.
  • Invitas a tus hijos a comer sólo cuando te apetece y sin tener agendado un día concreto a la semana y tampoco te reclaman o te echan en cara que no los invitas más a menudo.
  • Tenéis conversaciones interesantes de adulto a adulto y sin hacer el rol de víctima ninguna de las partes.
  • No hay obsesión, preocupación ni apego enfermizo hacia tu persona.
  • Tu cuenta bancaria está saneada y te permite usar tu dinero para tus viajes, clases de baile, yoga o lo que te apetezca sin tener que dar explicaciones a tus hijos.

Hijos Boomerang. Hijos adultos regresando a casa de los padres.

La presencia de hijos adultos en el hogar familiar contraviene las expectativas parentales sobre la transición de los hijos a la vida adulta, lo que puede generar ansiedad o frustración a los progenitores, más aún cuanto mayores sean los hijos.’ Fuente.

Antes de continuar tengo que aclarar el término hijos boomerang: ‘Jóvenes que abandonan el hogar familiar pero retornan a él en una fecha posterior.

Yo fui hija boomerang y parece ser que la cosa está en aumento. ‘La proporción de jóvenes en edades de 25 a 34 años que conviven con sus padres se cifra en torno al 40 % en el sur de Europa (cifra, por otro lado, considerablemente superior a la de los países del norte)’. Fuente.

‘La convivencia con hijos adultos puede tener efectos negativos sobre el bienestar de los progenitores debido a, por ejemplo, los mayores costes financieros o económicos que tienen que afrontar o las menores oportunidades para el desarrollo personal de los propios progenitores.

Por otro lado, también estudiamos si existen diferencias entre el efecto de dicha convivencia sobre el bienestar de los padres y de las madres.

Según la literatura existente, las madres tienden a responsabilizarse más de mantener los lazos familiares, cuidar de otros miembros del hogar y realizar una mayor parte del trabajo doméstico. En estas circunstancias, parece plausible que el peso de la carga de la convivencia con hijos adultos recaiga más sobre las madres.’

Este estudio muestra que la convivencia con hijos adultos mayores de 30 años tiene un efecto negativo sobre el bienestar de los progenitores: ‘Nuestros resultados muestran que la convivencia con hijos mayores de 30 años tiene un efecto negativo sobre el bienestar de un grupo importante de personas, las madres, que experimentan un deterioro en su bienestar de magnitud considerable (equivalente a un deterioro de la salud de »muy buena» a »aceptable»).

El psicólogo Paul K. Chafetz nos cuenta que la vuelta a casa del hijo adulto se produce tras un fracaso laboral, matrimonial o financiero y lo que inicialmente se concibió como algo temporal se volvió crónico y de duración indefinida.

‘Los padres están descontentos porque este niño boomerang de mediana edad es mínimamente productivo, normalmente está desempleado y no busca avanzar de manera efectiva. A menudo se porta mal y se lo describe como irrespetuoso, difícil, poco confiable, deshonesto, astuto, autoindulgente, vago o manipulador. Hacen poca contribución financiera al hogar. Incluso los comportamientos útiles que alguna vez se prometieron, como el cuidado de la casa, rara vez se cumplen. Pueden surgir discusiones importantes.  Aunque frustrados, enojados y heridos, los padres finalmente abandonan sus demandas y el comportamiento de nadie cambia.’

Y comenta que estos padres carecen de habilidades clave, que afortunadamente se pueden aprender fácilmente y que mejorarían la relación por ambas partes y la ‘reinserción’ del hijo a su vida de adulto.

Nos comenta que primero hay que reconocer que la función de los padres es enseñar a nuestros hijos para sobrevivir por sí solos en el mundo real. Y es una tarea profunda que ayudará y afectará a las siguientes generaciones. Esto requiere aprender a tolerar la angustia inevitable en los hijos y en ellos mismos.

«Los hallazgos muestran que el regreso a casa se correlaciona con una disminución en la calidad de vida de los padres cuando no hay otros hijos en el hogar paterno. Los padres disfrutan de su independencia cuando sus hijos abandonan el hogar, y llenar un nido vacío puede ser considerado como una violación de esta etapa del curso de vida». Fuente.

‘Cuando los hijos abandonan el hogar paterno, las relaciones matrimoniales mejoran y los padres encuentran un nuevo equilibrio. Disfrutan de esta etapa de la vida, encuentran nuevos pasatiempos y actividades. Cuando los hijos adultos regresan, se viola ese equilibrio». Fuente.

Responsabilidad por ambas partes. La Emancipación por el bien común

Está claro que ahora lo pasado pasado está y no podemos volver a atrás para reeducar a nuestros hijos para que sean más autónomos e independientes. Pero lo que también está claro es que hay que poner acción por ambas partes donde el reproche y el resentimiento no se hagan los protagonistas de este dramón o culebrón de mil temporadas.

Esta dinámica se ha ido construyendo por ambas partes. Por un lado, los padres por el miedo a la soledad de no estar con los hijos. Por otro, los hijos han aprendido porque han sido entrenados a no poder vivir sin los padres. Esto deja paso a un sentimiento de vulnerabilidad cuando una de las dos partes se aleja e intenta hacer su propia vida.Fuente.

Es ley de vida emanciparse y la función de los padres debería ser dar herramientas a los hijos para que se puedan valer por sí mismos el día de mañana, por eso, los padres que cortan las alas a sus hijos les enseñan a depender de ellos y a sentirse culpables si se alejan.Fuente.

No te voy a decir nada nuevo pero a veces hace falta escucharlo o leerlo por alguien de fuera del entorno familiar: Si eres padre o madre, actúa y empieza a tratar a tus hijos como adultos. Si eres hijo, actúa y empieza a responsabilizarte de tu vida. 

»Cuando dejo ir lo que soy, me convierto en lo que podría ser. Cuando dejo ir lo que tengo, recibo lo que necesito”. Lao Tzu.

Yo Isasi

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