No hay Nada que Perdonar

No hay Nada que Perdonar

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Según los expertos, perdonarte a ti mismo y a los demás implica estar dispuesto a reconocer que eres capaz de ser herido.También significa que estás dispuesto a dejar el papel de víctima y hacerte cargo de tu vida.

Recientes estudios han demostrado que el perdón es un componente esencial de las relaciones románticas exitosas. ‘La capacidad de buscar y conceder el perdón es uno de los factores más importantes que contribuyen a la satisfacción conyugal y a una vida de amor.’

Si no perdonas te llenas literalmente de resentimiento y eso erosiona tus relaciones y lo más importante te autolesionas tanto emocional como físicamente. El resentimiento es como una plaga que contagia y mata a todo lo que se pone por delante.

¿Por qué los terapeutas insisten en la importancia del Perdón?

A menudo la gente equipara el perdón con la debilidad y cree que si perdona a alguien, está tolerando o excusando su comportamiento. Sin embargo, en el matrimonio o en la pareja, el perdón es una fortaleza porque demuestra que eres capaz de tener buena voluntad hacia tu pareja. Estudios indican que perdonar a alguien es una forma de dejarlo ir para poder sanar y seguir adelante con nuestra vida.

Personalmente opino que cuando no perdonas a tu pareja (o a tu hijo o a quien sea) es como si creyeras que tienes poder sobre la persona, le estás castigando con tu mal comportamiento por su mal comportamiento, le castigas con la ley del silencio o con el desprecio para reafirmar que ha cometido un pecado y que ahora tiene que pagar a través de la penitencia que le hayas puesto y crees que lo puedes humillar cuando te plazca. En definitiva, ya no eres mejor persona porque estás haciéndole pagar con la misma moneda, es decir, igual (y en algunos caso hasta peor) que como se comportó contigo. Así que unas veces haces de víctima, otras de juez y otras de carcelario. Y esto hará que deteriores más la relación, a tí mismo y si tu pareja no es fuerte acabará sintiéndose en la pura miseria y esto es una manipulación en toda regla que el que la recibe aguantará hasta que se dé cuenta de que su pareja está aprovechándose de su error para hacerlo sumiso y un total desgraciado. Eso no es Amor y ni mucho menos Perdón. Eso no tiene nombre.

Si eres el supuesto pecador por favor por el bien de los dos no mantengas más esta situación, sal por patas ya que por mucho daño que hayas podido hacer esta no es la solución para que haya una reconciliación y tu pareja así no te va absolver como si fuera el Papa. Se trata de reparar los errores y elegir vivir una vida en la que los demás no tengan poder sobre ti y en la que no estés dominado por la amargura y el resentimiento no resueltos.

Y si eres el que ha sido engañado o dañado no sigas con esta manipulación porque es muy doloroso mantenerla tanto para ti como para el que te ha hecho daño. Y acepta la responsabilidad de tu participación en lo ocurrido. Si, ya sé que ahora te resistirás y rechazarás todo lo que estoy diciendo pero haz un parón, respira y sigue…

Los terapeutas de pareja Julie y John Gottman dicen que la capacidad de una persona para perdonar puede cambiar la dinámica de la relación’ y explican que ‘la respuesta de una persona cambiará literalmente las ondas cerebrales de la otra. Así que discúlpate con tu pareja cuando sea apropiado. Esto validará sus sentimientos, promoverá el perdón y os permitirá a ambos seguir adelante.

Nuestro Ego es un adicto al pasado, y más si está relacionado con eventos traumáticos y dolorosos. Al ego le da miedo el presente y por eso le cuesta tanto perdonar además de que eso supondría perder su identidad.

¿Qué es el perdón según los psicólogos?

Los psicólogos generalmente definen el perdón como una decisión consciente y deliberada de liberar sentimientos de resentimiento o venganza hacia una persona que te ha hecho daño, independientemente de si realmente merece tu perdón.

Los expertos que enseñan el perdón dejan claro que cuando perdonas, no pasas por alto ni niegas la gravedad de una ofensa contra ti. Perdonar no significa olvidar, ni significa excusar ofensas. Aunque el perdón puede ayudar a reparar una relación dañada, no te obliga a reconciliarse con la persona que te lastimó ni a liberarla, si fuera el caso, de la responsabilidad legal.

En cambio, el perdón brinda tranquilidad al perdonador y lo libera de la ira corrosiva. Si bien existe cierto debate sobre si el verdadero perdón requiere sentimientos positivos hacia el ofensor, los expertos coinciden en que al menos implica dejar de lado sentimientos negativos profundamente arraigados. De esa manera, te permite reconocer el dolor que sufriste sin dejar que ese dolor te defina, permitiéndote sanar y seguir adelante con tu vida.

Y estos sentimientos negativos profundamente arraigados pueden ser una total tortura, una autoflagelación en toda regla que se define: Cuando una persona se hace daño a sí misma a propósito se conoce como autolesión (también llamada autoagresión o automutilación). Si bien las lesiones pueden ser menores, en ocasiones pueden ser graves. Pueden dejar cicatrices permanentes o causar serios problemas de salud. Y en relatos históricos se describe como una penitencia religiosa que incluye lamentos, ira y frustración.

¿Cómo perdonar según los expertos?

Nos dicen que el perdón es un proceso largo y a menudo desafiante. Y que se necesitan unas pautas concretas para ayudarnos en el camino y a delimitar y comprender a quién perdonar: ‘Nombrar y describir tu dolor; comprender la diferencia entre perdonar y excusar o reconciliar; y al pensar en la persona que te ha causado dolor desde otra perspectiva, puedes comenzar a sentir algo de compasión por ella, facilitando el perdón y reduciendo la mala voluntad que tienes hacia esa persona. Estos pasos también te sintonizarán con el dolor residual de tu experiencia y te animarán a encontrarle significado y algo de positividad.

Lo de positividad lo cambiaría por esperanza, esperanza para seguir adelante libre de resentimientos y con una mirada amorosa hacia ti mismo.

¿Por dónde empezar?

Robert Enright, es psicólogo y fundador del Instituto Internacional del Perdón quien fue pionero de la ciencia social Estudio del perdón y es autor de más de 120 publicaciones, incluidos siete libros todos relacionados con el perdón. Veamos qué nos explica y qué nos recomienda:

  • Cuando otra persona nos lastima, puede alterar nuestras vidas. A veces el dolor es muy profundo, como cuando la pareja o uno de nuestros padres traiciona nuestra confianza o cuando somos víctimas de un delito o cuando hemos sido duramente intimidados. Cualquiera que haya sufrido una herida grave sabe que cuando nuestro mundo interior se ve gravemente perturbado, es difícil concentrarse en otra cosa que no sea nuestra agitación o dolor. Cuando nos aferramos al dolor, nos debilitamos emocional y cognitivamente y nuestras relaciones sufren.
  • El perdón se trata de bondad, de extender misericordia a aquellos que nos han hecho daño, incluso si no la “merecen”. No se trata de encontrar excusas para el comportamiento de la persona agresora o fingir que no sucedió. Tampoco existe una fórmula rápida que puedas seguir. El perdón es un proceso con muchos pasos que a menudo se desarrolla de forma no lineal.
  • Trabajar el perdón puede ayudarnos a aumentar nuestra autoestima y darnos una sensación de fuerza interior y seguridad. Puede revertir las mentiras que a menudo nos decimos a nosotros mismos cuando alguien nos ha herido profundamente: Mentiras como, ‘estoy derrotado o no soy digno’. El perdón puede sanarnos y permitirnos seguir adelante en la vida con significado y propósito. El perdón importa y seremos su principal beneficiario.
  • Es importante descubrir quién te ha lastimado y cómo. Esto puede parecer obvio pero no toda acción que te cause sufrimiento es injusta. Por ejemplo, no necesitas perdonar a tu hijo o a tu pareja por ser imperfectos, incluso si sus imperfecciones te resultan inconvenientes.
  • Para ser más claro, puedes observar detenidamente a las personas de tu vida (tus padres, hermanos, compañeros, pareja, compañeros de trabajo, hijos e incluso a ti mismo) y evaluar cuánto te han lastimado. Quizás hayan ejercido poder sobre ti o te hayan negado el amor; o tal vez te hayan hecho daño físico. Estas heridas han contribuido a tu dolor interior y deben ser reconocidas. Hacer esto te dará una idea de quién necesita perdón en tu vida y te brindará un punto de partida.
  • Hay muchas formas de dolor emocional pero las formas más comunes son ansiedad, depresión, ira nociva, falta de confianza, desprecio por uno mismo o baja autoestima, una visión del mundo negativa en general y falta de confianza en la propia capacidad para cambiar. Todos estos daños pueden abordarse mediante el perdón, por eso es importante identificar el tipo de dolor que sufres y reconocerlo. Cuanto más dolor hayas sufrido, más importante será perdonar, al menos con el fin de experimentar una curación emocional.

Lo siento y pedir disculpas

Esther Perel, psicoterapeuta y escritora belga promovió el concepto de Inteligencia Erótica en su Best Seller ‘Apareamiento en cautiverio: desbloqueando la inteligencia erótica‘ que se publicó en 2006 y se ha traducido a 24 idiomas. Actualmente es asesora internacional sobre sexo y relaciones. Veamos su visión del que tiene que pedir disculpas.

¿Por qué sientes la necesidad de disculparte? ¿Hiciste algo mal? ¿Fue a propósito o accidentalmente? ¿Has sido descuidado con esta persona? ¿Negligente? ¿Dijiste o hiciste algo de lo que te arrepientes? ¿Estás tan enfadado con esa persona como contigo mismo? ¿Anhelas la reconciliación? ¿Te gustaría poder seguir adelante?¿Te gustaría intentar hacerle sentir mejor? ¿Estás tratando de sentirte mejor?¿Sientes que mereces ser perdonado? 

Lo siento y seguir jugando

Según Esther Perel nuestros primeros ‘lo sientos’ fueron obligados o forzados para poder seguir jugando. Si, nos dice que:

  • Una disculpa auténtica ayuda mucho a reparar fisuras mayores y menores en cualquier relación. Intelectualmente lo sabemos. Disculparse es una de las primeras habilidades de relación que aprendemos cuando somos niños. Pero es una habilidad que debe crecer con nosotros. Cuando aprendemos a disculparnos por primera vez, a menudo lo hacemos porque nos dicen que debemos hacerlo: ‘Discúlpate con tu hermano por quitarle su juguete’. ‘Dile que lo sientes a tu amigo por no dejarle jugar en vuestro juego.’ Y al otro niño se le dice que responda: ‘Te perdono’. Hay un resultado claro en este baile: La reparación al servicio de volver a lo que importa: El juego. ‍

Mi reflexión: Así que, según mi opinión, si queríamos seguir jugando teníamos que pedir disculpas forzadas sino para casa o sin juguete o sin juegos. Y si eras al que le habían quitado el juguete tampoco te librabas porque tenías que decir la frase mágica (te perdono). ¿Empezamos de bien temprano con manipulación o es educación? ¿Tal vez sea por eso que nos cuesta tanto pedir disculpas como perdonar?

  • Sigamos con el argumento de la terapeuta: Este conocimiento se vuelve menos obvio a medida que envejecemos y se vuelve más complejo. Olvidamos cuánto necesitamos el juego y la conexión y cómo disculparnos puede llevarnos de regreso a esto. En cambio, nos aferramos a nuestra posición. Nos convencemos de que pedir disculpas significa admitir la derrota. O que, por mucho que nos disculpemos, nunca seremos perdonados. Conocemos el camino de regreso el uno al otro, a la alegría, a la conexión, al juego. Pero se siente tremendamente difícil. Puede resultar vergonzoso. Y esa vergüenza puede impedirnos tender la mano. ‘Ni siquiera sé qué decir, así que ni siquiera lo intentaré’. ‘¿Y por qué soy el único que se disculpa en esta relación?

“Una buena disculpa es cuando asumimos la responsabilidad clara y directa sin una pizca de evasión, culpa, ofuscación o excusa, y sin sacar a relucir los antecedentes penales de la otra persona”. dice Harriet Lerner, psicóloga clínica y autora de ‘¿Por qué no te disculpas? Sanando las grandes traiciones y los dolores cotidianos.‘‍

‍Una forma de interpretar esto es que una buena disculpa antepone la relación. ‍Y algunas disculpas nadan en aguas turbias. Incluso si no te arrepientes de lo que hiciste (salir sin tu pareja, no invitar a un amigo a tu boda, negarte a prestarle dinero a tu hermano), puedes disculparte por el impacto que tuvo en esa persona. Sin embargo, ten cuidado con el lenguaje que utilices. «Lo siento si te hice sentir» Puede sonar apropiado como disculpa pero pone la responsabilidad en la otra persona.

La redención requiere responsabilidad. Una buena disculpa incluye: Conciencia de lo que hiciste; responsabilidad por como te comportaste; reconocimiento del impacto que esto tenía en la otra persona (aunque también te hagan daño).’ 

Desde este lugar, puedes rendir cuentas sin necesidad de que la otra persona te valide, redima o perdone. Simplemente haz tu parte, por el bien de la relación.

  • Una buena disculpa nos fortalece. No es sólo porque hay poder en la vulnerabilidad sino porque hay algo en asumir responsabilidad que te da una sensación de control. No es poder “sobre” el otro; es poder “para” poder limpiar los trapos sucios, reorganizar las piezas y hacer las cosas bien. Cuando te disculpas, eliges cambiar la historia, hacer avanzar la trama. Como el que se disculpa, tú eres la persona que dice «Suficiente. Puede que hayamos hecho este lío juntos pero soy dueño de mi parte y lamento lo que he hecho”.
  • Pedir disculpas también nos ayuda a darnos cuenta del impacto que podemos tener en otra persona. Nuestras acciones tienen peso. Si tenemos el poder de herir también tenemos el poder de dar un paso hacia la curación. Y, cuando nos disculpamos primero, abrimos la puerta para que la otra persona se encuentre con nosotros en ese lugar de comunicación abierta. Reducimos la vergüenza para ellos. Reconocemos juntos que estar en buenos términos, o al menos neutrales, es más importante que ganar. 
  • El perdón no puede ser forzado. Si bien tienes el poder de pedir perdón, la otra persona tiene la libertad de perdonar o no perdonar. Quizás esto sea lo que lo hace tan difícil. Sabemos que una vez que damos el primer paso, ya no tenemos el control. Nuestra vulnerabilidad puede enfrentarse al rechazo. Un buen escenario: Te disculpas y el otro te recibe allí diciéndote gracias o te perdono. Un escenario menos ideal: Estás de rodillas con alguien que parece disfrutar de tu autoflagelación. Es posible incluso quiera humillarte y disfrute por ello. Normalmente la persona está tan herida que quiere que te unas a su sufrimiento. Un peor escenario: La disculpa nunca ha sido hecha ni aceptada y los asuntos pendientes nos siguen hasta el final de la vida, incluso viajando a través de generaciones. (Es por eso que esto es la trama central de innumerables libros y películas).
  • Disculparnos nos conecta con nuestra humanidad: Harriet Lerner cree que «lo siento» son las palabras más importantes del lenguaje. “Estamos todos conectados. Todos nos equivocamos. Todos somos seres humanos imperfectos. Cuando se hacen bien, las disculpas son muy curativas. Pero cuando las disculpas faltan o van mal, se comprometerá o conducirá al final de una relación. Disculparse es fundamental para todo lo que apreciamos: la familia, el matrimonio, el liderazgo, la crianza de los hijos, nuestra capacidad de amarnos a nosotros mismos y amar a otras personas”. 

A lo largo de la vida, tenemos muchas oportunidades de decir «lo siento» a los demás y a nosotros mismos. Con cada uno, obtenemos una comprensión más profunda del poder de la disculpa y cómo hacerlo bien. Uno de los aspectos más curativos de la reparación llega cuando nos vemos intentándolo. Incluso si no lo hacemos exactamente bien, cada vez lo hacemos un poco mejor.‘ Esther Perel.

No hay Nada que Perdonar

Ahora es mi turno para compartir mi manera de ver el Perdón.

Y empiezo con esta pregunta: ¿Cómo nos creemos con tanto poder para pensar que podemos perdonar a alguien por lo que nos ha hecho? Qué soberbia. Según Google la soberbia es una actitud de la persona que cree tener una posición de superioridad o de privilegios frente a los demás.

¿Eres de los que cuando tu pareja o tu hijo te piden disculpas alargas tu perdón como si fueras Dios? Así es cómo castigamos y cómo creemos que compensamos por lo sufrido. Así nos sentimos en cierta manera ganadores. La línea es muy delgada y sin darnos cuenta podemos caer en el complejo de superioridad, un fenómeno psicológico que se manifiesta en individuos que se perciben a sí mismos como superiores a los demás y también implica una actitud de desdén o condescendencia hacia los demás.

Ahora seguro que pensarás que me he vuelto loca porque has sido al que le han hecho daño y por lo tanto tienes todo el derecho del mundo. Derecho ¿a qué? ¿A también hacer daño? Eso se llama venganza que persigue un objetivo injurioso antes que reparador y consiste en forzar a quien haya hecho algo malo en sufrir el mismo dolor que él infligió, o asegurarse de que esta persona no volverá a cometer dichos daños otra vez.

Alfred Adler, un prominente psicólogo, fue quien primero estudió el complejo de superioridad que surge como un mecanismo de compensación para ocultar sentimientos de inferioridad.  
Adler también introdujo el concepto de complejo de inferioridad en obras como “Understanding human nature” o «Superiority and Social Interest«, y el complejo de superioridad no sería más que un esfuerzo compensatorio del otro.

Quienes presentan complejo de superioridad siempre tratan de quedar por encima, suelen mostrar comportamientos arrogantes y con una necesidad constante de validación. No obstante, estas actitudes pueden ser una respuesta a un miedo subyacente a ser vistos como inferiores o inadecuados.

Veamos los principales síntomas de una persona con complejo de superioridad que yo los voy a relacionar con lo que ocurre cuando una persona no está dispuesta a perdonar:

  • Necesidad de control: Ahora quien tiene ventaja en el juego eres tú y eso a tu ego le encanta. Momento idóneo para la venganza y recordar al otro su culpa. Te frustras cuando los demás no actúan según tus expectativas. Te gusta tener la razón y no ser ‘superado’. 
  • Falta de empatía: No querrás ver las razones por las que esa persona te hizo lo que te hizo. Aquí el único inocente eres tú.
  • Comportamiento despectivo: Pagas con la misma moneda. Esa persona te hizo daño pues tú también y la mejor manera es despreciando y menospreciando de manera sutil o indirecta o directa que lo que ha hecho es imperdonable o no es tan fácil de perdonar alargando así su penitencia.
  • Sensibilidad a la crítica: Sueles reaccionar negativamente a los comentarios que no son explícitamente positivos y buscas constantemente la aprobación y el elogio. Y con respecto al perdón necesitas que te digan que la culpa fue de ellos.  
  • Necesidad de validación externa: Buscas la validación de los demás para reforzar tu autoestima.
  • Incapacidad para admitir errores: Crees que siempre tienes la razón y muestras resistencia a considerar que tú tengas algo que ver con lo ocurrido. Respecto al perdón nunca te responsabilizarás de la parte que te toca.
  • Cambios de humor relacionados con comparaciones: La tendencia a compararte constantemente con los demás que puede llevarte a cambios de humor, especialmente cuando sientes que no puedes superar a otros.
  • Egocentrismo: No reconocerás las capacidades de los demás. Siempre eres tú el que se comportó mejor que ellos.ribuciones de los demás. Aquí es cuando sienten de que ellos se comportaron muchísimo mejor que tú.


Es increíble cómo podemos llegar a disfrutar de los errores de los otros y juzgarlos despiadadamente. Nos creemos superiores, como si fuéramos dioses. Nos cuesta horrores hacernos cargo de la parte que nos toca. Pero, consciente o inconscientemente, has sido tú el que ha permitido que esa persona te haga daño y ahora después del daño ¿quieres que te pida perdón? Si miramos más de cerca, no hemos puesto los límites ya que si así fuera estaríamos protegidos de cualquier daño y nos hubiésemos evitado todo el sufrimiento del después que a veces es más duro que el daño en sí. 

Y sin darnos cuenta, podemos llegar a ser tan increíblemente narcisistas que decidimos no perdonar al supuesto agresor, cuando el verdadero agresor somos nosotros mismos, pero claro en la sociedad que vivimos nos etiquetamos, y etiquetan, de víctimas en vez de victimarios pero es curioso cómo luego nos intercambiamos los papeles y queremos justicia y que el victimario sepa lo que es ser víctima y así también disfrutar del rol de victimario, además de juez. 

Entonces el que sufre tiene que acarrear con el castigo o penitencia, es decir, el no ser perdonado, que por cierto, puede durar toda una vida si nos da la gana. Pero ¿quién gana en todo esto? Nadie porque el que no perdona vuelve a quedarse con todo el sufrimiento, rencor y odio, lo mismo que sentía la persona que nos agredió, y aquí es cuando te das cuenta de que somos iguales. El que comete el delito y el que lo recibe, la víctima, son de la misma pasta. 

Y con el tiempo vemos que los dos personajes son esclavos de una situación del pasado que no les deja ser libres y poder vivir en el presente ya que, por lo menos, el pasado les da una identidad cara a la galería aunque sea retrógrada y disfuncional. 

Mi Experiencia con el Perdón

Durante años, muchos más de los que os imagináis, permití que me hicieran daño a nivel psicológico y luego acepté seguir el juego para ser aceptada y querida haciendo algo que no me imaginaba que llegaría hacer. Así que después de un gran trabajo personal a nivel emocional, físico y energético, pude regresar a mi Esencia y es ahí cuando te das cuenta de que no es el otro, ya que el otro es una parte de tu sombra que saca a la luz tu oscuridad para que te des cuenta de que tienes dos opciones: a) Seguir estando en las profundidades ahogándote; b) Salir a la luz y ver con claridad quien realmente eres y puedas sanarte. Salir a la luz, dar a luz, es decir, permitirte renacer. Somos seres que hemos venido aquí a liberarnos de nuestras cargas a través de los otros y casi siempre ocurre desde el dolor para darnos cuenta de que el disfrute y el amor propio es lo más importante para interactuar con los demás de manera honesta y amorosa dejando a un lado los juegos perversos psicológicos. Esto puede parecer muy espiritual pero quien ha tenido vivencias importantes y desgarradoras saben a lo que me refiero.

Y llega ese momento en el que en tu alma sientes que no tienes que perdonar a nadie. Cuando eres consciente de que estás constantemente repitiendo un patrón disfuncional en todas tus relaciones sale dentro de ti un: Hasta aquí, ya no más. Y sueltas cadenas, cortas el cordón umbilical, cortas de raíz que hacía que no pudiera avanzar en todos los aspectos de mi vida. Y en ese momento entra la luz y dejas el rol de víctima y victimario y te responsabilizas de tí y de tu vida. Y con mucha entereza y fuerza, y al mismo tiempo miedo, dejas, por fin, ser esclavo de ti mismo y dejas que entre la Esperanza que viene acompañada del Amor Propio. 

No somos dioses, ni seres superiores con la capacidad de tener el poder sobre otros ya sea por rango social o ecónomico ni psicológico. No podemos poseer a las personas aunque sean nuestros hijos. Mira desde tu libertad y la de los demás para interactuar desde la Gratitud para vivir en Paz. ¿Heridas? No. ¿Cicatrices? Por supuesto, pero con los años se van difuminando pero nos recuerdan quienes somos realmente: Seres humanos vulnerables con la libertad de dejar que nos hieran o no. Aquí eliges tú.

“Nadie puede hacerte sentir inferior sin tu consentimiento.” Eleanor Roosevelt, escritora, activista, política estadounidense, esposa de Franklin Roosevelt y designada por J.F.Kennedy en Presidenta de la Comisión Presidencial del Estatus de la Mujer.

‘Ningún hombre es lo suficientemente bueno para gobernar a otro hombre sin su consentimiento.’ Abraham Lincoln, político, abogado estadounidense y decimosexto presidente de los Estados Unidos.

Según el diccionario el perdón es dejar de sentir resentimiento contra un ofensor. Y la raíz de la palabra “perdonar” es la palabra latina “perdonare”, que significa “dar completamente, sin reservas”.

Si te deshaces de la amargura y el resentimiento y en su lugar colocas al Amor y luego lo expandes a muchas otras personas, te liberas para amar de manera más auténtica y profunda. Este tipo de transformación puede crear un legado de Amor que perdurará tanto e incluso después de que tú hayas desaparecido de este mundo. 

Así que da Amor completamente y sin reservas.

Yo Isasi

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