Tu Trauma y Tu Ira

Tu Trauma y tu Ira

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Sigo enamorada del trabajo del Dr. Gabor Maté, de ahí que decida hacer otro episodio/artículo más pero esta vez hablando de la ira, esa que todos le tenemos tanto respeto y, a la vez, tanto miedo por expresarla. Quiero que podamos ver la relación tan estrecha que tiene con el trauma infantil.

Según Maté, la ira suele ser un síntoma de problemas más profundos y no resueltos, como traumas, necesidades insatisfechas o sentimientos de impotencia. Destaca la importancia de comprender las causas profundas de la ira en lugar de simplemente reprimirla o reaccionar ante ella.

Pero es importante recordar que la ira saludable es imprescindible porque, según el Dr. Maté, se puede utilizar para protegerse a uno mismo de intrusiones dañinas y forma parte de nuestro sistema inmunitario emocional, que ahuyenta lo dañino y conserva lo saludable.

Yo estoy convencida de que mi ira reprimida fue una de las razones de mi artritis reumatoide.

Así que muchas de las llamadas emociones negativas han formado parte de la evolución de la vida de los seres humanos y de los mamíferos, incluyendo un sistema interno de ira. Es útil ante la amenaza. Es solo uno de los muchos sistemas que nuestras mentes evolucionadas han utilizado para desenvolverse en la vida durante millones de años.

En su libro ‘Cuando el cuerpo dice no’, nos cuenta que la ira se desarrolló como una defensa psicológica, una forma de alejar a los demás de nuestro espacio. Es la energía psíquica interna que se proyecta hacia afuera cuando es necesario, alejando lo que no necesitamos en ese momento.

La Ira Reprimida

¿Cuántas veces hemos encerrado a nuestra ira para guardar las formas o por miedo a que nos hagan daño? ¿Alguna vez has sentido que ardes por dentro?¿Alguna vez has sentido que tienes que tragarte tu ira y mantenerla reprimida por el bien de los demás? ¿Alguna vez has sentido que tu enfado es peligroso o inaceptable? Si es así, no estás solo. Millones de personas en todo el mundo luchan contra la ira reprimida.

Si se nos impide expresar la ira existe el peligro de que se vuelva hacia dentro con consecuencias muy perjudiciales. Al igual que un sistema inmunitario que se vuelve contra nosotros, nuestro sistema de defensa psicológica puede empezar a atacar nuestro yo interior, en lugar de cumplir su función habitual de protegernos.

Maté sugiere que la represión de la ira ocurre en la infancia, cuando su expresión perjudica nuestras relaciones con quienes nos cuidan. ¿Cuántos niños reprimen su ira para que sus padres vean que son buenos niños y no los rechacen? Entonces, nos dice, que en la edad adulta este hábito de reprimirla se vuelve contraproducente y puede causar cáncer y otras enfermedades como las autoinmunes.

Procesando las supuestas emociones negativas

Si encontramos maneras adecuadas de procesar la ira, la tristeza, el duelo y otras emociones consideradas negativas, podemos evitar dañar nuestro sistema inmunitario. Estas buenas maneras pueden implicar la indagación compasiva como el arte de indagar, con empatía y compasión, por qué podríamos estar reaccionando con ira.

Hagamos un esfuerzo interno para poder ver que realmente no estás enfadado porque tu pareja no ha lavado los platos porque cuando nos enfurecemos de manera tan exagerada, no respondemos a lo que realmente sucede. Respondemos a lo que creemos que sucede. No respondemos al momento presente. Respondemos a nuestra propia experiencia interior, a nuestra propia historia interior recordada, en la que alguien nos hirió al no respetarnos. Repetimos acontecimientos como un disco rallado. Y entonces proyectamos toda nuestra rabia reprimida a nuestros seres queridos y viceversa. Hago aquí un apunte porque tú no eres el único, no te creas tan especial, ya que los que te rodean hacemos lo mismo.

Este párrafo del doctor sería para enmarcar:

En el fondo, al permitirnos que nos moleste la percepción de que no nos respetan, en realidad no nos respetamos a nosotros mismos. Al fin y al cabo, si nos respetamos fundamentalmente, ¿cómo puede la falta de respeto errónea de los demás herirnos o molestarnos?

Al ver esto, nos empoderamos, porque entonces tenemos una opción. ¿Seguiremos actuando con el dolor interno? ¿Seguiremos considerándonos víctimas, indignas de respeto? ¿O replantearemos las cosas, pensaremos con más compasión y nos daremos un respiro, tanto a nosotros mismos como al objeto de nuestra ira?

Te recomiendo que dejes tu personaje de víctima y que conserves la parte útil y productiva de la ira porque podemos usarla de manera temporal y leve para establecer, recordar y reforzar límites.

Pero debemos abandonar la historia de nuestra víctima que alimenta nuestras reacciones exageradas a través del trauma. Si hemos estado reprimiendo la ira, podemos dejar de hacerlo. Y si la hemos estado expresando, podemos también dejar de hacerlo.

¿Por qué la Ira Reprimida es tan Dañina?

Según el Dr. Mate, la ira reprimida es dañina por varias razones.

  • Daña el sistema nervioso. Este sistema es responsable de regular las funciones corporales, como la respiración, los latidos del corazón, la digestión, etc. Sin embargo, cuando reprimimos la ira, activamos el sistema nervioso simpático, que nos prepara para la lucha o la huida. Esto provoca que el cuerpo produzca más cortisol, adrenalina y otras hormonas del estrés, lo que puede afectar el funcionamiento normal.
  • Daña el sistema inmunitario. Este sistema es responsable de protegernos de infecciones, enfermedades o lesiones. Sin embargo, cuando reprimimos la ira, debilitamos nuestro sistema inmunitario, haciéndonos más susceptibles a diversas enfermedades. Una de estas enfermedades es la ELA (esclerosis lateral amiotrófica), también conocida como enfermedad de Lou Gehrig, una enfermedad neurodegenerativa progresiva que afecta a las neuronas motoras que controlan los músculos voluntarios.
  • Daña la autoestima. La autoestima es el grado de respeto que uno tiene por sí mismo. Implica aceptarse tal como es, reconocer las fortalezas y debilidades, y creer en el propio valor y potencial. Sin embargo, cuando se reprime la ira, se niegan los verdaderos sentimientos, pensamientos, necesidades, deseos, miedos, esperanzas, sueños o valores. Esto erosiona la confianza en uno mismo y en los demás.

Según el Dr. Mate, liberar la ira reprimida y prevenir enfermedades como la ELA o autoinmunes implica dos pasos principales: Reconocer el impacto del trauma infantil en su respuesta a la ira y practicar algunas técnicas de liberación emocional.

Reconociendo el Impacto del Trauma Infantil

El primer paso para liberar la ira reprimida es reconocer el impacto del trauma infantil en la respuesta a la ira, es decir, reconocer y aceptar que hemos sido heridos en el pasado y que aún tenemos cicatrices emocionales que necesitamos sanar. Esto también significa identificar y expresar cómo el trauma infantil ha afectado nuestra respuesta a la ira, sin juzgarnos ni culparnos a nosotros mismos ni a los demás. Y llevar esto a cabo tiene unos beneficios:

  • Te ayuda a liberar las toxinas acumuladas en tu cuerpo debido al estrés crónico. Al expresar tu ira de forma constructiva, puedes reducir la producción de cortisol, adrenalina y otras hormonas del estrés que dañan tu sistema nervioso e inmunitario.
  • Te ayuda a comprenderte mejor a ti mismo y a tus emociones. Al expresar tus experiencias con palabras, puedes comprenderlas mejor y encontrarles sentido. También puedes aprender sobre tus patrones de ira, como cuándo te enojas, por qué te enojas, cómo expresas tu ira y cómo la manejas.
  • Te ayuda a comunicarte de forma más eficaz y empática contigo mismo y con los demás. Al expresar tu ira de forma catártica, puedes compartir tus sentimientos, pensamientos, necesidades, deseos, miedos, esperanzas, sueños y valores contigo mismo y con los demás. También puedes escuchar con empatía, validar con respeto, apoyar con compasión y expresarte con autenticidad contigo mismo y con los demás.

Técnicas de Liberación Emocional. Liberar la Ira Reprimida

Se trata de ejercicios sencillos que te ayudan a expresar tu ira de forma sana y constructiva, sin hacerte daño ni lastimar a los demás. Cosas tan sencillas pero que pueden dar pereza como la respiración, el movimiento, el sonido o la escritura. Y esto tan simple tiene beneficios para la salud física y emocional. Yo practico la respiración y el movimiento al mismo tiempo haciendo apnea, buceando, nadando o corriendo o cuando hago yoga nidra. Ahora entiendo también mi necesidad de escribir, de seguir escribiendo, no puedo parar. Y sé que me iría muy bien cantar. Estuve yendo a clases de canto y es la experiencia más liberadora que he experimentado. Veamos los beneficios:

  • Te ayuda a restablecer el equilibrio entre tu cuerpo y tu mente. Al respirar profundamente, moverte con libertad, emitir sonidos o escribir, puedes calmar tu sistema nervioso, relajar tus músculos y despejar tu mente.
  • Te ayuda a regular tus emociones. Al estar presente y ser consciente de lo que haces y sientes en cada momento, puedes reducir tus niveles de estrés y ansiedad, mejorar tu estado de ánimo y energía, y mejorar tu estabilidad emocional. Esto puede resultar en una disminución del miedo, la ira, la culpa, la vergüenza, la tristeza o la depresión en diversas situaciones. Al regular tus emociones, puedes encontrar y seguir tus intereses y objetivos, liberar tu creatividad y potencial, lograr más éxito y satisfacción y encontrar más significado y realización en tu vida. Así que descubre tu propósito y persíguelo porque eso te liberará de esa rabia reprimida.
  • Te ayuda a alinearte con tus valores. Al ser consciente y respetuoso con las sensaciones, señales y mensajes de tu cuerpo, puedes descubrir lo que realmente valoras y lo que realmente deseas. Esto puede resultar en mayor placer, atracción, comodidad o satisfacción en diversos aspectos de la vida. Además mejoras tu comunicación y empatía con los demás, resuelves conflictos de forma más pacífica y armoniosa, y desarrollas más confianza e intimidad con los demás. También puedes experimentar más amor y alegría en tu vida.
  • Te ayuda a ampliar tus horizontes y perspectivas. También puedes desafiarte a ti mismo para superar tus miedos y limitaciones, aceptar el cambio y la incertidumbre, y convertirte en una mejor versión de ti mismo.

Todo esto puede ayudarte a comprender el impacto del trauma infantil en tu respuesta a la ira, sanar tus heridas del pasado, restablecer el equilibrio entre cuerpo y mente y mejorar tu vida.

Sin embargo, esto que como dije parece tan simple puede hacer que hayan muchas resistencias y barreras que nos impiden reconocer el impacto del trauma infantil en nuestra respuesta a la ira como

  • Miedo a perder el control o lastimar a otros. Quizás hayas aprendido a asociar la ira con la violencia, la agresión o el abuso. Quizás nos preocupe que, si expresamos nuestra ira, perderemos los estribos, arremeteremos o nos haremos daño a nosotros mismos o a los demás. También podemos temer las consecuencias de nuestra ira, como el rechazo, el abandono o las represalias. Pues es aquí cuando tienes que parar para darte cuenta que esto es un pista clara de lo que pasó en tu infancia. Así que aprovecha para deshacer este patrón disfuncional.
  • Vergüenza o culpa por sentirse enojado. Quizás hayas aprendido a juzgarte por sentirte enojado, como si fuera una señal de debilidad, inmadurez o pecaminosidad. Quizás no se te permitía estar rabioso, que debías ser amables, educado o agradecido todo el tiempo. También podemos sentir que no somos dignos de estar enojados, que merecemos ser maltratados o ignorados.
  • Presión social o expectativas. Quizás hayas aprendido a adaptarte a las normas, reglas o valores de tu familia, cultura o sociedad. Quizás sientas que debes complacer a los demás, encajar o evitar los conflictos a toda costa. También que debes reprimir tu ira, ya que no es aceptable, apropiada ni respetuosa en ciertas situaciones.

Todos son claros patrones que debemos soltar para poder liberarnos de esta ira reprimida.

Rabia y Resentimiento

La rabia y el resentimiento pueden ser corrosivos para los individuos que los generan y también para quienes los rodean.

Como un fuego volcánico, la ira nos erosiona dentro y luego quema o chamusca a quienes se encuentran cerca. Fisiológicamente, la ira eleva la presión arterial. Inmediatamente después, duplica el riesgo de sufrir accidentes cerebrovasculares e infartos.

Dentro del cerebro, los circuitos neurológicos de la ira tienen un efecto de autoreclutamiento. Cuanto más te dejas llevar por una explosión de ira, más te enojas, ya que se activan cada vez más conexiones nerviosas que se unen a la reacción de ira. Entonces, el riesgo de daño fisiológico aumenta. Un estudio de 10 años con casi 3.700 estadounidenses reveló que los hombres irascibles tenían un 20 % más de probabilidades de morir que quienes mantuvieron la calma.

Aunque no surge de una decisión consciente, la ira en un adulto suele ser una prerrogativa del poder. Sirve para intimidar. Los efectos en quienes sufren la ira ajena dependen de su grado de dependencia. Quienes ansían conservar un trabajo necesariamente reprimirán sus sentimientos ante un jefe irritable, al igual que quienes temen causar problemas con una pareja que temen perder.

Tal abnegación tiene un costo para la salud. Un amplio estudio estadounidense publicado recientemente en la revista Circulation reveló que las mujeres infelices en su matrimonio que guardaban silencio durante los conflictos con sus parejas tenían cuatro veces más probabilidades de morir en un período de 10 años que sus compañeras, igualmente infelices, que sí expresaban sus emociones.

Los niños pequeños, en particular, no tienen más remedio que soportar la ira de sus padres, lo que puede perjudicar gravemente su desarrollo. Algunos aprenden a andar con pies de plomo, a ser conciliadores compulsivos. Temen toda la ira, incluida su propia asertividad. Años después, las consecuencias se manifiestan en enfermedades físicas como el cáncer o enfermedades autoinmunes, o en enfermedades mentales como la depresión y la ansiedad. Otros pueden volverse adictos a la ira o no puede soportar una simple conversación subida de tono porque temen el conflicto.

El resentimiento suele ocultarse a quien lo alberga. Expresado con palabras solo indirectamente, resulta inquietante. A los que habitan con alguien resentido, genera una sensación de inquietud en lugar de miedo. Los niños que crecen rodeados de padres con ira no expresada suelen convertirse en lectores de mentes y cuidadores compulsivos.

El resentimiento también tiene consecuencias fisiológicas negativas. Se ha dicho con razón que guardar rencor es como tomar veneno con la esperanza de que alguien más muera por ello. Cuanto menos conscientes seamos de la ira, más nos corroe. He visto a muchas personas con migrañas, asma o neuropatías, por ejemplo, cuyo resentimiento nunca afloró en forma de una afirmación directa y sana.

El resentimiento es a menudo lo que las personas eligen cuando temen sus sentimientos de culpa. Podemos sentir culpa cuando les decimos a otros lo que realmente sentimos o cuando deseamos negarnos a las exigencias de otros o incluso a nuestras propias expectativas. Para evitar la culpa, suprimimos nuestra respuesta más auténtica, solo para sufrir resentimiento y daño a largo plazo. «Cuando se trata de culpa o resentimiento», me dijo una vez un terapeuta perceptivo, «elige la culpa siempre. Es más saludable para ti».

Sin culparnos, todos podemos asumir la responsabilidad de cómo manejamos la ira. Podemos reconocer cuándo la rabia nos ataca a nosotros mismos o a los demás, o cuándo el resentimiento sombrío contamina nuestro entorno interno y externo. Para algunos, la conciencia puede ser suficiente. Otros, con problemas de ira más persistentes, tienen que buscar ayuda. Y no pasa nada de nada por hacerlo. Y ¿cómo sabes si tienes un problema de ira? Cuando tu cuerpo y tu tono dicen más que tus palabras.

Mi Conclusión

Un buen terapeuta puede ayudarte a experimentar tu propia rabia, permitirla existir, investigar la experiencia y nutrir a tu niño interior herido para que tu versión adulta lo rescate y se haga cargo de él.

Nuestro yo compasivo puede darse cuenta de que, en esencia, nuestra autoestima no está tan amenazada por la vida como pensamos.

Liberados de la necesidad de esa ira exagerada o prolongada y de ese resentimiento que llevaba años con nosotros, podemos relajarnos. Una vez relajados, podemos encontrar el espacio para responder pacíficamente y auténticamente.

Yo Isasi

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