No Eres Responsable de los Sentimientos de los Demás

No eres Responsable de los Sentimientos de los Demás. Reconocimiento y Atención

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¿Te sientes responsable de los sentimientos de tu pareja? Ojo porque eso significa que la culpa está haciendo acto de presencia y porque tu pareja está poniendo toda la responsabilidad en ti. Necesita reconocimiento, ese reconocimiento que lo más seguro que no tuvo de su madre.

Esto sinceramente es muy infantil, somos unos niños desvalidos pidiendo unas migajas de pseudoamor. No podemos permitir que nadie nos haga responsable de todo el pastel. Tenemos que responsabilizarnos pero no culparnos. ¿Sabes que tu relación ya se acabó hace tiempo? Pues arremángate, sé valiente y recoge los pedazos que has roto tú en la relación.

Los demás No son Responsables de lo que Sientes. Llamada de Atención

Ojo con esto también. Eso es una llamada de atención, aquella que hacíamos de pequeños para que nuestra madre supiera que existíamos y que la necesitábamos. Otra vez sale nuestra infancia a relucir en momentos críticos. 

Necesitamos constantemente reconocimiento y atención pero no de los otros. Tenemos que poner el foco en nosotros y así reconocernos y atendernos. No podemos dar esa gran responsabilidad a los otros. Hagámonos mayores de una vez. 

Porque ¿cuándo fue la última vez que realmente te pusiste a ti mismo en primer lugar, sin importar lo que pensaran los demás? ¿Cuántas veces has sentido culpa sólo por intentar establecer límites y proteger tu paz? ¿O por querer espacio para ti? Aquí de nuevo, el niño herido… Por favor, sé buen niño y niña y no hagas enfadar a tu papá/mamá y no seas egoísta.

Esto es como en los aviones, si tú no te pones primero la máscara es poco probable que sobrevivas y puedas ayudar al resto. Instrucción de seguridad respecto a la máscara: Es crucial que los adultos se coloquen primero su propia máscara antes de ayudar a niños u otras personas que lo necesiten, ya que es fundamental asegurar su propia supervivencia para poder ayudar a otros. 

Tenemos que soltar y liberarnos de las responsabilidades que, en realidad, nunca fueron realmente nuestras. Muchos de nosotros cargamos con el peso de las expectativas, emociones y opiniones de los demás, lo que nos deja estancados, abrumados y desconectados de nosotros mismos. Y lo único que se consigue es que estemos tan perdidos que ya no sabemos qué queremos en nuestra vida ni qué decisiones auténticas y desde el corazón tenemos o queremos tomar. 

Nuestro valor no es algo que tengamos que ganar cumpliendo expectativas ajenas ni buscando la aprobación, la atención y el reconocimiento de los demás. Pero pensamos que así llevamos el control de la situación pero cuando dejamos de intentar controlar cosas que no nos corresponden, te liberas y haces que surjan otras posibilidades más auténticas y genuinas (en realidad siempre están pero ahora las ves porque estás más focalizado en ti, más presente). Pero aún somos tan ingenuos que nos creemos que controlamos algo en esta vida… Queridos, no controlamos ni la luz que llega a tu casa, ¿te acuerdas?

Deja de cargar con lo que no te corresponde arreglar pero tampoco cargues a otros con lo que es tuyo. Aquí tus nuevos mandamientos:

  • No eres responsable de los sentimientos de los demás, ni los demás son responsables de los tuyos.
  • No eres responsable de cómo te ven los demás.
  • No eres responsable de solucionar los problemas de los demás ni los demás de resolver los tuyos.
  • No eres responsable de cumplir con las expectativas de los demás ni que los demás cumplan tus expectativas.

No eres responsable de la inseguridad de alguien, ni nadie es responsable de tus inseguridades. 

No puedes arreglar lo que está roto en su interior. Ese es su trabajo. Y tu trabajo es reparar lo que pueda estar roto dentro de ti. No eres responsable de sus expectativas poco realistas. No eres responsable de su ira infundada. Ni la otra persona tampoco de lo que tú cargas y proyectas. Su reacción no es culpa tuya y tu reacción no es culpa suya. No te aferres a la culpa que no te corresponde pero si que coge la responsabilidad de la parte que te toca. Crezcamos.

Todos cargamos y nos sentimos responsables de mucho más de lo que podemos soportar. A veces tratamos de cargar con las expectativas de nuestros padres o de nuestras parejas, cargando con sus emociones, sentimientos y su dolor y esperamos que ellos también lo hagan con lo nuestro pero así no funciona la cosa porque al final todo se derrumba, se estropea y lo peor es cuando todo se muere, metafóricamente, y ya es imposible de revivir. Y el peso de las expectativas, opiniones, obligaciones, sea lo que sea, nunca se detiene. De hecho, sigue creciendo y acelerándose con el tiempo. Las que te exigen como las que exiges. Lo que no nos damos cuenta es que cuando nos sentimos responsables de cosas de las que no tenemos por qué serlo, nos bloqueamos. Y cuando intentamos cargar con nuestras historias y obligaciones a otros más de lo mismo porque nuestra creatividad, nuestras pasiones y nuestra intuición se bloquean. Así que no puedes cumplir con los sueños de alguien que tuvo miedo de ir a por ellos y ni tú tampoco puedes exigir a alguien, como a tu hijo, que los cumpla por ti. Aquí aparecerán la insatisfacción y la frustración tanto si los cumples como si no, tanto si los cumplen como sino.

No eres responsable de los sentimientos de los demás

Puedes respetarlos pero sus reacciones emocionales no te corresponden ni tampoco puedes cargar con ellas ni arreglarlas. Y viceversa. Puedes ser amable con la gente pero aun así se sentirán heridos. Puedes ser atento con la gente, pero aun así pueden sentirse distantes. Puedes ser considerado pero la gente seguirá sintiéndose que los ignoras. Porque hagas lo que hagas, tu pareja, tu madre, tu padre o tus amistades seguirán molestos y heridos y tú sentirás lo mismo por ellos porque piensas que piensan que no es suficiente, que no eres suficiente y tú piensas que ellos no son suficientes, además de unos desagradecidos (que no agradecen o que no muestran gratitud). 

Si alguien quiere sentirse herido, lo estará, digas lo que digas. Si alguien quiere estar enfadado o molesto contigo, lo estará sin importar lo que digas o hagas. Si alguien ha tomado una decisión sobre lo que siente por ti, no hay nada que puedas hacer para arreglarlo. No intentemos cambiar las cosas desde este lugar porque no saldrá nada bueno, además es un gasto inútil de energía. Y viceversa, porque ¿cuántas veces te has enfadado con tu pareja y te ha regalado flores, te ha explicado la situación, te ha pedido disculpas y tú aún así no has cambiado de parecer? Ni aunque se te pusiera de rodillas, bueno, tal vez si es para pedirte matrimonio cambiarías tu actitud, no sé…

Puedes ser amable, puedes ser respetuoso, puedes intentarlo pero no puedes ser responsable de sus sentimientos. Porque si eres responsable de los sentimientos de los demás, tu tiempo, tu energía comienza a depender de la suya. Es decir, si están de buen humor, tú estás de buen humor. Si están de mal humor, tú estás de mal humor. Si tienen mucha energía, tú tienes mucha energía. Si tienen poca energía, tú tienes poca energía. Constantemente sentimos que nuestros altibajos reflejan los altibajos de la persona con la que estamos atados y viceversa. Si, atados, porque eso no es estar juntos ni tener una relación armónica y respetuosa tanto si exiges como si te exigen aunque no sea verbalmente.


A menudo, las personas con las que más hacemos esto son con nuestros padres y nuestras parejas. Nos sentimos responsables de sus sentimientos. Así que cuando tus padres, por ejemplo, pasan por algo muy difícil, de repente, no paras de pensar en sus sentimientos y en que eres responsable de la situación que están viviendo. Y esto lleva a que ellos piensen que es tu responsabilidad arreglarles su situación. Y ¿qué haces? Pues desmontas toda tu vida, la pones patas arriba, cambias toda tu rutina, los llamas a primera hora de la mañana y a cada hora, dejas colgadas otras tareas y compromisos… Pero para ellos nunca lo verán suficiente y tú acabarás derrotado, agotado, enfadado y resentido porque sin darte cuenta les estás haciendo de papá/mamá y no les estás dejando que se desarrollen, que sean resilientes (resilicencia: habilidad de superar obstáculos y salir fortalecido de las experiencias difíciles) perdiendo las habilidades y herramientas emocionales que necesitan. Yo le llamaría el Síndrome de creer ser Dios, ya que te crees que puedes ayudar a todo el mundo y estar en todos los lugares como si fueras Dios. Aunque acabo de investigar y he visto que existe el complejo de Mesías, aquel que cree que puede salvar a todo el mundo. Y podríamos también tener el complejo de Cenicienta creyendo que así nos van a salvar de nuestra miseria.

Intentas ser alguien que cambie el estado de ánimo de los demás, en lugar de darles el control porque quieres llevar el control. Y claro, puede ser genial crear ese espacio a corto plazo pero a largo plazo priorizas su vida antes que la tuya pudiendo acabar tan mal que luego siempre te sentirás que no han sido agradecidos, que no han valorado el gran esfuerzo que has hecho, que no ha servido de nada priorizarlos. Y no se trata de que no te importen. No se trata de no amar a alguien a quien realmente amas. Pero así no los ayudamos sino que los debilitamos, los hacemos pequeños y te autodestruyes. No estás ayudando a alguien si depende de ti para sentirse bien. Si alguien depende de ti para sentirse bien, no ayudas sino que lo estancas, lo acorralas. Si alguien depende de ti para sentirse feliz, no lo ayudas, en realidad, lo haces pequeño porque eso significa que cuando no estás disponible, cuando no estás accesible, cuando no eres capaz, cuando no tienes tiempo o espacio, esa persona no puede encontrar esa alegría. Y eso es tenerlo en cautiverio (privación de libertad en manos de un enemigo). La linea es muy delgada y puedes convertirte o convertirse en tu o su enemigo. Estoy segura de que eso no es lo que quieres para ellos ni para ti. Así que no queremos sentirnos responsables de los sentimientos de otras personas ni que otras personas tengan que ser responsables de las nuestras. Queremos sentirnos conectados al ayudarlos, al apoyarlos, estar ahí para ellos pero no ser responsable de su vida porque cuando eres responsable de ello, luego daña tu propia vida y comienzas a cargar con ello. Se trata de reconocer que el amor verdadero es ayudar a alguien pero que lleve su propio mando y si te ayudan que sea para que tú lleves el tuyo y vayas más ligero pero no con su piloto automático.


¿Cuántas veces te has sentido en deuda porque te hayan ayudado? Y ¿cuántas veces has sentido que no han sido suficientes agradecidos por tu ayuda? Porque si no hubiera sido por ti ahora estarían en la miseria, ¿verdad? Mentira cochina. Tú les ayudaste inconscientemente para sentirte protagonista, valioso y reconocido pero no te lo mostraron suficiente o como a ti te hubiera gustado. Y esa ayuda que recibiste te hace sentir un pringado y te crees que estarás en deuda toda tu vida. ¿Desde dónde hacemos esto? Pues ambas partes desde la carencia, desde esa necesidad de reconocimiento y llamada de atención. Es decir, ambas partes, pidiendo Amor pero, como he dicho antes, en realidad no del verdadero sino migajas de pesudoamor.


No eres responsable de solucionar los problemas de los demás ni los demás son responsables de resolver tus problemas

Esto viene a colación de lo anterior y quiero insistir. Puedes ofrecer apoyo pero no puedes resolver sus problemas. Puedes recibir ayuda pero no exijas que te solucionen la papeleta. Puedes estar presente y ser útil, pero no puedes aliviar su dolor. La razón por la que la mayoría de nosotros queremos arreglar los problemas de otras personas es para sentirnos mejor. De nuevo aparece el reconocimiento. Y la razón por la que queremos que nos arreglen nuestros problemas es porque queremos ser vistos y atendidos. De nuevo aparece la atención. Es la cruda realidad. Pero lo único que conseguimos en ambos casos es eliminar la capacidad individual de resolver problemas. Robarte o robarles su o tu capacidad de resolución, de independencia y fuerza para lidiar con lo que está pasando. Ahora bien, esto no significa que no pidas ayuda o que no ayudes. Significa que debemos de entender la diferencia entre apoyo y solución. Podrías darle a alguien las mejores soluciones del mundo y aun así no cambiaría. Y podrías recibir las mejores soluciones del mundo y aún así no cambiarías porque todas estas ‘buenas intenciones’ bloquean nuestra capacidad de confianza en nosotros mismos, de afán de superación y de autosuficiencia (condición o estado de quien tiene u obtiene por sí mismo lo que necesita, bastándose a sí mismo o valiéndose por medios propios sin depender de otros). Lo que lo bloquea es su preocupación por lo que piensen los demás o tu preocupación por lo que piensen de ti. Lo que lo bloquea es su preocupación por cómo lo van a ver o cómo lo van a mirar. Y tu preocupación por cómo te van a ver. 

Esto, de nuevo, nos lleva a la infancia, a esa búsqueda de reconocimiento cuando ayudamos a otros, de esa esperada palmada en la espalda de mamá o papá.

Así que no eres responsable de solucionar los problemas de todos y los demás no son responsables de arreglar los tuyos. No puedes arreglarlos y no te los pueden arreglar. Tenemos que comprometernos con nosotros mismos para así seguir evolucionando y creciendo. Así que yo no puedo resolverlo por ti y tú no puedes resolverlo por mi. Si cada uno arreglara su propio tejado tendríamos una comunidad de casas preciosas y si en la comunidad alguien necesita ayuda o necesitas ayudas sería para el bien de todos.


No eres responsable de cumplir con las expectativas de los demás. Ni puedes exigir que los demás cumplan tus expectativas

¿Adivina qué? Nunca ocurrirá porque nunca será suficiente ni para los que esperan de ti ni para lo que tú esperas de los otros. Incluso aunque lo intentes y lo intenten, nunca ocurrirá. Decepcionarás a la gente, incluso si te esfuerzas al máximo para no hacerlo. Y te decepcionarán. Se sentirán decepcionados, se desanimarán, incluso si te esfuerzas al máximo. Te decepcionarán. Porque no podemos leer la mente de nadie y nadie puede leer la nuestra. ¿Alguna vez has intentado planear algo para tu pareja o amigo? Tal vez un cumpleaños sorpresa o un regalo especial y lo has estado planeando meticulosamente con toda tu ilusión. Y ya sabes lo siguiente: Oh, yo quería un cumpleaños más íntimo. Yo no necesitaba este regalo tan caro… Y aplícalo a la inversa. Alguien cercano te prepara un cumpleaños sorpresa y ahora tienes que poner cara de póker y aguantar toda esta gente que no veías en años o te regala unos zapatos tan caros que nunca te los pondrás porque no son para nada tu estilo.Es imposible saber qué le gusta a todo el mundo y es imposible que sepan lo que a ti te gusta por mucho que sea tu pareja. Así que no nos sintamos responsables de cumplir con las expectativas de los demás y ni esperes que acierten contigo. ¿Quieres que tu hijo estudie la carrera de Medicina? Pues olvídate porque seguro que coge la mochila y se va a recorrer la India descalzo. ¿Tu pareja quiere que dejes el trabajo para dedicarte plenamente a los niños? Pues lo vas a tener difícil porque te han ascendido y eso va suponer estar menos en casa. ¿Tu madre quería que te casaras con la hija de su mejor amiga? Pues qué decepción porque te casaste con un hombre. ¿Quieres tener nietos? Pues te fastidias porque tu hija se ha ido a un monasterio budista y además es asexual. Cuando persigues las cosas que otros esperan de ti, incluso si las consigues, no serán felices y ni mucho menos tú. ¿Cómo puedes ser feliz persiguiendo la prioridad de alguien más? ¿Cómo podrías ser feliz? Así que no te sientas responsable de las expectativas de los demás porque esas son sus frustraciones por no conseguir lo que realmente querían y sienten que ya es tarde. ¿No será porque quieres alardear de hijo que está estudiando Medicina? ¿Necesitas el reconocimiento de tu madre y por eso  estudias Medicina cuando en realidad es una penitencia para ti?


Cuanto más te acercas a cumplir con las expectativas de los demás, más te alejas de ti mismo. Cuanto más cerca estás de ganar el reconocimiento de los demás, más lejos estás de ganar el tuyo propio. De hecho, ya lo estás perdiendo. Pierdes una parte de ti mismo cuando intentas cumplir con las expectativas que alguien más tiene de ti y que no valora. Y deja de poner tanta presión para que otros cumplan tus expectativas y si quieres que alguien cumpla algo que te hubiera gustado hacer a ti, ya sabes, arremángate y ponte a trabajar en ello. Asegúrate de que las expectativas que estás estableciendo sean las que quieres cumplir con tu vida. 


No eres responsable de cómo los demás decidan tratarte. Ni tu manera de actuar y tratar a los demás es su responsabilidad

Ni sus estados de ánimo ni sus acciones son tu culpa. No tienes que gestionar el mal día de otra persona. Ni nadie tiene que gestionar tu mal día. Su comportamiento trata de ellos. Y tu comportamiento trata de ti, no de ellos. No dice nada sobre quién eres. No dice nada que quiénes son ellos. No eres responsable de hacer que alguien más crezca. Nadie es responsable de que tú crezcas. La madurez es un trabajo individual. No tienes que llevar esa carga. Y nadie tiene que llevar tu carga. Creo que a menudo nos sentimos muy responsables de cómo nos tratan los demás. Y también cómo proyectamos nuestro malestar a otros para que se coman nuestra basura. Sentimos que la forma en que se comportan con nosotros es una señal de quiénes somos. Y sentimos que quienes somos es por culpa de los demás. Y la realidad es que, si tienes una relación con alguien, vale la pena revisarla. Reconoce si la forma en que te trata o le tratas viene de algo más profundo. ¿Qué hay detrás? Estás cansado, enfadado, agotado y lo paga tu pareja sin comerlo ni beberlo o viceversa. La forma en que la gente te trata no te refleja. Dejemos ya lo del espejito mágico porque en realidad es un reflejo de cómo se ven a sí mismos y de lo que sienten. Y la forma que tratas a la gente no les refleja sino que te muestra cómo vives ahora mismo y lo desgraciado que te sientes. No puedes ser responsable de cómo otros deciden tratarte porque entonces serías responsable de toda su vida. Y no puedes tratar mal a tus seres queridos porque no puedes cargar con tu vida y tu responsabilidad. Tendrías que gestionar toda su vida para esperar que te trate bien, y a veces, incluso si lo hacemos, intentamos gestionar, supervisar, controlar a alguien con la esperanza de que nos trate mejor, solo para darnos cuenta de que nada cambia, todo sigue igual o, mejor dicho, peor. Así que no eres responsable de la inseguridad de nadie y nadie es responsable de tu inseguridad. No puedes arreglar lo que está roto dentro de ellos pero si que puedes reparar lo que está roto en ti. Este si que es tu trabajo. Su reacción no es tu culpa. Y tu reacción no es su culpa. No te aferres a una culpa que no es tuya. Y no seas un irresponsable y hazte cargo de tus emociones y expectativas. No eres responsable de la felicidad de otra persona. Y nadie es responsable de que tú seas feliz. No tienes que demostrar nada. Y nadie tiene que demostrarte nada. No eres responsable de la aprobación de nadie más. Su validación no te define porque ya eres suficiente tal como eres aunque no te lo creas.

No eres responsable de cómo te perciben los demás. Y tú no tienes ni idea de cómo son los demás

Puedes explicarte con total coherencia y la gente seguirá pensando que estás equivocado o seguirá malinterpretándote. Puedes decir la verdad y la gente seguirá pensando que estás mintiendo. Así que no eres responsable de cómo las personas te perciben porque las personas te verán a través de todo tipo de formas, de sus formas y de sus creencias. Y lo mismo tú con ellos. Todo esto puede venir de nuestra infancia de cómo te percibían tus padres o cómo creías que te percibían. Y cómo tú los percibías. Esa insistencia a que te reconozcan, esa insistencia a amoldarte a cómo ellos quieren que seas, esa insistencia a llamar la atención, que te vean, que te valoren… Un pérdida de tiempo porque tú tampoco los ves a ellos.

¿Cómo puedes ser responsable de cómo te percibe la gente si la forma en que te ven es la forma en que ellos ven el mundo? La forma en que la gente te ve es cómo a menudo se ven a sí mismos. La forma en que la gente te ve es como se han sentido vistos o no en el pasado. La forma en que la gente te ve se basa en alguien del pasado que conoció y que era similar a ti. Hay mucho relacionado con nuestro y su pasado en cómo alguien decide percibirnos o tú decides percibirlos. Puedes intentar ser muy amable y alguien dirá que te estás esforzando demasiado. Podrías intentar estar realmente interesado y curioso y la gente dirá que haces demasiadas preguntas; podrías ser un poco más introvertido y la gente dirá que absorbes la energía de la habitación. Por ejemplo, la forma en que la gente percibe tu silencio es diferente ya que algunas personas lo percibirán como una fortaleza o un poder y otras lo percibirán como una debilidad. 

La humildad es el valor number one a la que los humanos deberíamos aspirar. Pero hoy cuando las personas demuestran humildad, a menudo lo consideran como baja autoestima. No la valoran. Pero para los monjes budistas, la humildad es la mayor señal de confianza. La capacidad de aceptar lo que sabes y lo que no, de ser honesto sobre tus fortalezas y debilidades, de tener claro en qué eres bueno y en qué no. Esa es la realidad.
Es el reconocimiento de nuestras aptitudes y talentos. No es señal de debilidad, de timidez ni de temor, sino una indicación de que sabemos de dónde proviene nuestra verdadera fortaleza. Puedes ser humilde y, a la vez, ser audaz y valiente.

Pero hoy recompensamos a quienes se sienten seguros constantemente, a quienes parecen tenerlo todo bajo control. Si te sientes responsable de cómo te percibe la gente, siempre estarás actuando, siempre estarás en un escenario y nunca sentirás que puedes quitarte la máscara. Sentirás que cada palabra, cada acto, cada pensamiento y cada comportamiento está bajo escrutinio. Esto se conoce como el efecto foco, donde sientes que toda tu vida está siendo analizada constantemente. Así que, antes de que alguien más pueda analizarte, analízate a ti mismo.

El efecto foco, también conocido como spotlight effect, es un sesgo cognitivo en el que las personas creemos que estamos constantemente bajo un «foco» que atrae la atención de los demás hacia nosotros más de lo que realmente ocurre. Este efecto se manifiesta en diversas situaciones, como cuando creemos que todos notaron una mancha en nuestra ropa, un error que cometimos o incluso cuando nos sentimos cohibidos por nuestra apariencia en público. Sin embargo, investigaciones han demostrado que las personas generalmente no prestan tanta atención a estos detalles como nosotros creemos. El efecto foco aunque a menudo es inconsciente, este sesgo puede afectar nuestra autoestima y confianza, llevándonos a preocuparnos más de lo necesario por la opinión de los demás. En resumen, el efecto foco nos hace creer que somos el centro de atención más de lo que realmente somos, sobreestimando la atención que los demás nos prestan


Y para terminar y poder integrar todo lo visto aquí os dejo el concepto del efecto espejo: Tendencia de las personas a proyectar sus propios sentimientos, pensamientos y características en los demás, a menudo de forma inconsciente. Esto puede llevar a reacciones emocionales intensas hacia ciertas personas o situaciones, ya que en realidad estamos reflejando aspectos de nosotros mismos que quizás no hemos aceptado o reconocido. 

Así que te invito a que te prestes atención, estés presente y así ponerte de frente tus patrones del pasado para liberarlos y poder Ser Tú Mismo.

Yo Isasi




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