El Duelo. No Puedo Vivir Sin Ti

El Duelo. No Puedo Vivir Sin Ti

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La película «Ghost» de 1990, con una Demi Moore y un Patrick Swayze jovencísimos y una Whoopy Goldberg que se sale, nos transmite un mensaje sobre la importancia de aprovechar al máximo el tiempo de calidad que pasamos con nuestros seres queridos, de la importancia de una buena comunicación y de cómo el amor trasciende la muerte física y que los asuntos pendientes pueden mantener un espíritu atado al mundo terrenal. Nos muestra el duelo, la pérdida y deja la puerta abierta a que existe un reino espiritual donde los fantasmas pueden interactuar con los vivos a través de un médium psíquico y así mantener esa esperanza de que en realidad aún siguen con nosotros.

La mediumnidad se refiere a la supuesta capacidad de algunas personas, conocidas como médiums, para actuar como intermediarios entre el mundo físico y el mundo espiritual, facilitando la comunicación con entidades espirituales, incluyendo espíritus de difuntos. Implica la creencia de que existen algunas personas con la habilidad de conectar ambos mundos. 
La mediumnidad puede ser vista como una forma de ayuda para aquellos que buscan consuelo o guía espiritual, o para aquellos que buscan comprender la naturaleza de la vida después de la muerte. 

No hay Nada que Superar

¿Por qué tenemos que decir adiós a nuestros seres queridos cuando se van de este plano? No, no me estoy poniendo trascendental. ¿No has superado la pérdida de tu hijo? ¿No has superado la pérdida de tu perro? ¿No has superado la pérdida de tu marido o de tu mujer o de tu hermano o de tu abuelo? Pues ¿a qué esperas? No, en serio, no tienes que superar nada, esto no se supera, esto se queda con nosotros siempre. Debemos dejar de ser tan duros con nosotros mismos y con los demás. Una cosa es no superarlo si te encierras en tu cueva y ya no quieres saber nada del mundo pero yo no hablo de eso. Creo que debemos integrar la pérdida con todo nuestro amor hacia ellos y no tienes que liberarte sino seguir amando porque te das cuenta de que nada es eterno pero esa sensación de pérdida/amor se quedará contigo por lo menos hasta que te vayas de aquí. Muy espiritual y empalagoso si acabas de perder a alguien importante en tu vida ya que seguro que te entran ganas de tirarme algo a la cabeza.

Freud, después de tener pérdidas importantes de seres queridos muy cercanos, cambió su manera de conceptualizar el duelo y descartó la idea de seguir adelante tras una pérdida. Pero lo que experimentó es que la pérdida nos cambia. Ya no eres el mismo ya que tus valores y tu vida cambian.

La Dra. Mary Frances O’Connor, profesora de psicología clínica y psiquiatría en la Universidad de Arizona, dirige el Laboratorio de Duelo, Pérdida y Estrés Social. Investiga la neurociencia del apego y la pérdida y por qué el duelo es tan doloroso en nuestros cuerpos y los riesgos de salud que conlleva. 

‘Mientras nuestros seres queridos viven, nuestros cerebros dedican una enorme energía a localizarlos para que podamos encontrarlos en momentos de necesidad. El duelo requiere la difícil tarea de desechar el mapa que hemos usado para navegar nuestras vidas juntos y transformar nuestra relación con la persona fallecida’.

Esta doctora descubrió que el duelo se comprende mejor a través del apego humano y que la dopamina, una molécula que solemos mencionar en el contexto de la motivación y el placer, crea una sensación de anhelo fundamental en el proceso de duelo.

Porque todos pasamos por un duelo en algún momento, por no decir varios. Nadie es inmune a ello. Es un proceso natural y debemos aceptar de que hay vida y muerte y que lo que empieza se acaba. Es Ley de Vida.

Mirada de la Muerte en la Tradición Budista

En el budismo, la muerte no se ve como el fin, sino como una transición o cambio, parte del ciclo continuo de la vida, conocido como samsara. Los budistas creen en la impermanencia (anicca) de todas las cosas, lo que incluye la vida y la muerte, y se considera una oportunidad para el crecimiento espiritual y la búsqueda del Nirvana, un estado de paz y liberación. La muerte es vista como una oportunidad para renacer en otra vida, dependiendo del karma acumulado, y como un recordatorio de la naturaleza transitoria de la existencia. Los budistas buscan aceptar la muerte con serenidad, entendiendo su naturaleza transitoria y viéndola como una oportunidad para el crecimiento espiritual. Anicca es la comprensión de que todo es transitorio, incluyendo la vida y la muerte. Tenemos que aceptar que no somos inmortales así seguro que viviríamos más presentes y de una manera más amable con nosotros y con los demás. Samsara es ese ciclo continuo de nacimiento, muerte y renacimiento donde el karma, tus acciones, determina la siguiente existencia. Y es curioso porque durante el proceso del luto es importante mantener pensamientos positivos y evitar discusiones para que no perturben al difunto en su transición. No te aconsejan llorar durante los primeros días para que pueda llevarse bien el proceso.
En resumen, la muerte en el budismo es un evento natural y parte del ciclo de la vida, que ofrece una oportunidad para el crecimiento espiritual y la búsqueda de la liberación del ciclo de renacimiento. 


En la serie The White Lotus, uno de los protagonistas (Jason Isaacs) le pregunta a un monje qué pasa cuando morimos. Y esta fue su respuesta: ‘Al nacer, eres como una gota de agua que asciende, separada de la gran y única consciencia. Te conviertes en una roca. Desciendes. Mueres. Regresas al agua y te unes al océano. No más separación, no más sufrimiento, una sola consciencia. La muerte es un feliz regreso, como volver a casa’.


Protesta y Desesperación


La Dra. O’Connor nos habla de que en todo duelo debe aparecer la protesta y la desesperación. Con los sentimientos de protesta somos como los niños cuando no quieren soltar la pelota y con los sentimientos de desesperación nos invade la paralización y el asombro que nos impiden saber qué hacer. Y ambos nos hacen tener una sensación de pérdida interminable. Es importante reconocer ambos sentimientos y luego debemos transformarlos en acciones y sentimientos que mantengan el recuerdo de la persona o el rol que desempeñamos de forma activa, y aun así, seguir adelante.

  • La fase de protesta puede y debe incluir rabia, negación, incredulidad, búsqueda intensa de la persona fallecida y sentimientos de injusticia. Esta fase puede ser más intensa en casos de pérdidas repentinas o traumáticas pero también puede estar presente en pérdidas esperadas.
  • La fase de desesperación surge a medida que la realidad de la pérdida se asienta y se caracteriza por una profunda tristeza, pérdida de esperanza, sentimientos de vacío, llorar desconsoladamente, sentirse apático, perder el interés en actividades que antes disfrutaba, experimentar dificultad para dormir o comer, soledad… Síntomas de una depresión en toda regla. Puede ser intensa en los primeros meses después de la pérdida pero puede persistir como un duelo crónico si no se aborda adecuadamente. 


Pero ambas fases son necesarias y es crucial permitir que la persona en duelo experimente estas emociones como parte del proceso de sanación. Es importante saber que estas fases pueden superponerse o variar en intensidad de una persona a otra.

En estas fases te recomiendo que no intentes intelectualizar lo que te está pasando porque alargarás el proceso. Pero está claro que en la sociedad de las formas en la que vivimos no está bien visto que un adulto llore, se queje, se enfade y esto hace que el proceso del duelo se pueda prolongar por no dejarnos sentir así que puede resultar complicado llevarlo a la práctica, a la experiencia. Porque si se muere tu hijo ya te digo yo que los sentimientos de protesta y desesperación querrán salir con toda su fuerza y querrán seguir contigo durante muchos años por no decirte toda tu vida a no ser que te ilumines como el monje de The White Lotus.

Pero está claro que en nuestra cultura occidental nadie es inmune a este proceso que llamamos duelo y tenemos que aceptar que es una respuesta natural a la pérdida. Es una reacción física, emocional y mental natural ante la muerte de un ser querido. Un ejemplo de cómo lo ve nuestra Dra. O’Connor: Puedes imaginarte el mercado de valores, ¿verdad? Cada día sube, baja, sube, baja. Algunos días baja mucho, otros sube mucho. Pero al final de la subida, baja. Algunos días baja mucho. Algunos días sube mucho. Pero al final del año, todavía se puede ver que ha habido una trayectoria, ¿verdad? Durante el año, el mercado de valores podría haber subido, aunque hayas tenido algunos días realmente terribles.

Lo que debemos ya aceptar es que el duelo nunca desaparecerá porque es una emoción humana. Siempre que recordamos la pérdida de un ser querido, nos invade una oleada de dolor. Y es normal si ocurre 25 años después. Somos humanos. Pero eso no significa que no haya habido un proceso de duelo ya que el duelo podría ser una forma de aprender a vivir con la pérdida de esa persona. Las frases ‘el tiempo cura todas las heridas’ o el tiempo lo cura todo’ no se pueden aplicar, y menos decir, en el duelo aunque con la pérdida es cuando realmente somos conscientes de lo que hemos perdido. Así que la frase ‘la ausencia aviva el cariño’ es una forma fantástica de describir el apego.

La protesta y la desesperación fue creado por John Bowlby. Nos lo explica claramente con la reacción de un niño a la separación de su cuidador que ocurre en tres etapas: protesta, desesperación y desapego. La protesta es la respuesta inicial y activa a la separación y se caracteriza por el llanto, la búsqueda y los intentos de reunirse con el cuidador. Llamar a nuestro ser querido e intentar seguirlo. Desesperación: Sigue si la protesta no tiene éxito y supone un período de angustia silencioso y si los intentos del niño por reunirse no tienen éxito puede volverse retraído, callado y apático. El desapego puede aparecer como indiferencia o evitación del cuidador, incluso después del reencuentro. El niño puede parecer recuperado de la separación e incluso interactuar con otro pero también puede mostrar falta de interés en el cuidador al reencontrarse con él o incluso parecer rechazarlo.

Así que la protesta es como si de repente estás en un centro comercial con tu hijo pequeño y miras abajo y no está y de repente todas tus hormonas y neuroquímicos se alteran para ponerse en la búsqueda, esa protesta es la que te permite ir a la acción. En cambio, la desesperación es estar en la sala de espera de un hospital y que el médico te dé una mala noticia irreversible y aquí puedes sentir la gravedad en tu cuerpo, la resignación, el retraimiento.

Primero protestamos porque se han ido y tratamos de demostrar que no se han ido. Y luego el reconocimiento, la aceptación de que se han ido. Aquí no solemos pensar en la desesperación como algo que tenga un propósito pero lo interesante es que en este momento la desesperación tiene la función de impedirnos buscar. Ese retraimiento tiene una función pero a muchas personas les aterra sentir desesperación. A algunas también les aterra sentir protesta y simplemente evitan cualquier pensamiento o recordatorio. Pero la cuestión es que la desesperación tampoco es el final de la historia.

Estas son respuestas que nos repetimos una y otra vez mientras intentamos comprender este nuevo mundo del duelo en el que vivimos. Pero la desesperación excluye la esperanza. La desesperación dice ‘realmente se ha ido, y como nunca volverá, me voy a sentir así el resto de mi vida’. Y eso tampoco es cierto porque se puede experimentar el duelo y se puede construir una vida que recupere el sentido de vivir y que se puedan tener otras conexiones con otras personas.

En realidad no sería reemplazar, sino añadir porque ahora sabes lo que significa amar a alguien, sabes lo que significa perdonar, y con todo lo que aprendiste con tu ser querido, ahora también puedes amar a otros. Para algunas personas, no se trata de crear nuevas relaciones sino de tener una experiencia trascendental como amando la naturaleza o a los animales o incluso aprender a amarte, cuidarte, perdonarte, valorarte porque mi ser querido me enseñó a hacerlo o me está enseñando ahora que lo he perdido.

Hagamos un recordatorio:

Una es la protesta que es un no, un no lo acepto y hay acción. La otra es desesperación que es una supresión de la acción. Podemos pensar en términos de ir y no ir como circuitos separados literalmente. Entonces, el circuito de protesta es un circuito de ir que está anidado en esta noción de esperanza de que puede resolverse a través de la acción. El circuito de la desesperación es un: ‘No puedo actuar al respecto. No puedo llamarlo ni enviarle un mensaje.’ Y esta es una vía prohibida: la supresión de la acción. Y la acción es metabólicamente costosa y la inacción no lo es. Lo que se requiere en la etapa de desesperación para que sea adaptativa, funcional y sanadora es que ese obstáculo se convierta en un nuevo contexto. 

Esto es lo que nos enseñaron Bowlby y sus colegas. Nacemos para el duelo y para aprender cuándo y cómo protestar, cuándo desesperar y cuándo transformarnos. La prohibición no tiene ningún coste, nos impide ir a la búsqueda y detiene el cortisol o la adrenalina.

Tiene sus propios efectos y factores que facilitan la abstinencia. Probablemente, cambios hormonales. La prolactina y la oxitocina cambian durante el duelo. De una manera evolutiva, si tu pareja o tu cuidador se han ido, esa abstinencia te permite ahorrar recursos porque no sabes dónde estarás cuando regresen. Y eso es importante para tu supervivencia.

Más tarde o temprano tendrás que conseguir tu propia comida o mudarte de nuevo pero no de forma frenética. Tendrás que encontrar una actividad significativa para continuar. Así que, en teoría, estamos preparados para el duelo. Sé que tuviste figuras de apego de niño porque sobreviviste a la edad adulta. Ahora, los niños tienen cuidadores como sus principales figuras de apego. Pero ahora en tu vida adulta, lo más probable es que tu principal figura de apego sea un compañero, como un cónyuge o novio, novia, etc., no tus padres. Así que algo tenía que cambiar, ¿verdad? Y en términos de desarrollo, estamos preparados, venimos al mundo preparados con un programa de desarrollo neurobiológico.

En algún momento dices: ‘Mi padre ya no está en la cima de mi jerarquía de apego. Miro a mi alrededor, me motiva ver a mis amigos, tener citas y crear relaciones duraderas con personas de mi edad’. Y eso significa que nuestra jerarquía de apego puede cambiar, que tenemos la capacidad, en nuestra neurobiología y en nuestras hormonas, de pasar de un apego primario a un padre a un apego primario a otra persona. Y la capacidad para hacerlo es innata. 

Todos estamos programados para hacer esto aproximadamente en la misma etapa de nuestra vida. Los padres saben de antemano que esto va a suceder, aunque experimentan mucho dolor durante el nido vacío cuando realmente ocurre. Cuando un ser querido muere no hay un grupo completo de personas pasando por esta experiencia juntos de transición a una jerarquía de apego diferente.

Entender qué es natural y normal durante el duelo, contar con el apoyo de otras personas es fundamental, especialmente hoy en día en esta crisis de aislamiento. Y en estos tiempos en los que podemos comunicar nuestras experiencias, podemos aprender mucho de las de los demás, pero a menudo carecemos de los elementos básicos del apoyo, como el tacto, los abrazos, la compañía de alguien, el contacto visual, tomarnos de la mano. Sin duda, el olor probablemente esté relacionado con esto. Simplemente el olor de otra persona…

La teoría del Apego de Bowlby

Bowlby argumenta que los apegos se desarrollan en las primeras etapas de la vida y ofrecen seguridad y supervivencia al individuo. Es cuando estos vínculos afectivos se rompen o se pierden, que las personas experimentan angustia y trastornos emocionales como ansiedad, llanto e ira (Freeman, 2005).

Estas emociones suelen expresarse como duelo. Bowlby sugiere cuatro fases generales del duelo:

  • El entumecimiento se caracteriza por sentimientos de incredulidad ante la muerte, lo que proporciona a la persona en duelo un alivio temporal del dolor asociado con la pérdida. Esto suele durar poco tiempo y suele ir seguido de arrebatos emocionales.
  • El anhelo y la búsqueda implican la comprensión de la pérdida cuando el entumecimiento comienza a desaparecer. La ira y la frustración son comunes en esta fase, ya que la persona en duelo busca a alguien a quien culpar.
  • La desorganización implica aceptar la realidad de la pérdida, junto con toda la turbulencia que conlleva. La autoevaluación sin la persona fallecida suele ocurrir en esta fase.
  • La reorganización se produce una vez que la persona en duelo se da cuenta de que tiene una nueva vida tras el fallecimiento. Esta fase se caracteriza por cambios graduales a medida que la persona en duelo intenta seguir adelante con su vida (Freeman, 2005; Worden, 2005).

Todos entienden que el duelo implica un ajuste emocional doloroso que requiere tiempo y no puede acelerarse. Esto parece ser universalmente cierto, aunque la experiencia de duelo de cada persona será única.

Duelo y Apego

Cuando te enamoras de tu bebé o de la persona que se convierte en tu pareja, ese vínculo que se crea forma un ‘nosotros’ y conlleva la creencia implícita de que siempre estaré ahí para ti y tú siempre estarás ahí para mí, y el tiempo y la distancia no lo cambiarán. Si te has ido, simplemente significa que tengo que ir a buscarte. Y ahora tenemos esta circunstancia única y terrible de la muerte, donde, cuando tenemos a un ser querido vivo, la respuesta correcta a la ausencia es pensar más en él.

Ponemos más energía en ir a buscarlos o hacemos más ruido para que vengan a buscarnos. Pero al morir, de repente, nos encontramos con esta circunstancia que al cerebro le cuesta mucho comprender la idea de que no te encontraré por mucho esfuerzo que ponga. Considero que esta es la teoría de lo desaparecido pero también de lo eterno. Así que, por supuesto, sabemos que se han ido. Sabemos que han muerto. Tenemos el recuerdo de estar a su lado, tal vez, pero la neurobiología del apego implica que también existe esta creencia implícita de que tal vez estén ahí. Y esas dos cosas, esos dos flujos de información de se han ido y son eternos, no pueden ser ambos ciertos. Y cuando nos damos cuenta, cuando tenemos ese momento en que reconocemos que estos dos pensamientos son contradictorios, nos invade una oleada de dolor.  


Dicen que no es lo mismo el duelo de una muerte repentina al de alguien que se está muriendo lentamente. En cierto sentido, es más fácil cuando se sabe que hay un punto final porque se puede anticipar el final. En las pérdidas repentinas nos cuesta más asimilar, comprender lo que ha sucedido porque ni siquiera tenemos una idea consciente de lo ocurrido, de la situación, nos cuesta reconocer la realidad. Y la falta de despedida es horrorosa, el saber que nunca podrás hablar con esa persona. Y he tenido clientes lo último que tuvieron con su persona querida fue una discusión, imagínate… Así que tener conversaciones de cierre con alguien que está en cuidados paliativos es realmente muy sanador porque podemos arreglar temas, perdonar, amar, agradecer y decir adiós aunque siga siendo desgarrador. Se sabe que tener ese proceso consciente es útil más adelante mientras reflexionamos sobre la pérdida. Pero no necesariamente cambia la biología del apego. El apego es una creencia implícita, una creencia eterna. Y creo que intenta activamente evitar que sepamos que se han ido. 

Creo que creer que siempre estarán ahí no responde al pensamiento lógico, porque hay una parte de tu cerebro que aún opera bajo la creencia de que no necesitan estar en tu tiempo ni en tu espacio para existir. Así que creo que, en cierto modo, el aprendizaje podría ser: ¿cómo transformo mi comprensión de esta relación ahora que ya no están en este plano terrenal? ¿Cómo entiendo dónde están o cómo eso tiene sentido? ¿Cómo puedo mantener este vínculo continuo en mi relación interna con ellos?

Eso explica en parte por qué el duelo es tan confuso y hace que la gente sienta que está perdiendo la cabeza. Algunas personas tienen dificultades para superar el proceso de duelo debido a una especie de rechazo deliberado a aceptar esta nueva realidad de que se han ido, que no los volverán a ver, que no los volverán a tocar ni a oler ni a abrazar…

Hay mucho de ellos que sigue vivo en nosotros porque el apego perdura aunque el cuerpo ya no. Entonces, ¿retrasamos el proceso de duelo? ¿Lo prolongamos y simplemente nos lo hacemos mucho más difícil como una especie de negativa obstinada a dejarlos ir? No se puede soltar el apego. ¿Adónde fueron? ¿Están bien ahora? ¿Los volveré a ver? Y al mismo tiempo, no tocamos su habitación, su armario con su ropa, sus cosas personales, no tocamos nada porque creemos que volverán o contactarán con nosotros o porque la fase de protesta aún está en su máximo esplendor negando lo ocurrido. Esta desesperación nos hace contratar a un médium o lo que haga falta para poder saber de ellos. Y esto alarga el sufrimiento.

Así que eso de que hay que adaptarse, hay que recuperarse, hay que soltar pues como que en la muerte de un ser querido no lo veo. Tal vez sería integrar pero poco más. Hasta Freud cambió su manera de ver el duelo. Él decía a sus pacientes que lo superarían hasta que murió su hija y luego su nieto y cambió por completo su perspectiva demostrando una comprensión compasiva del vínculo continuo que existe entre los padres y sus hijos fallecidos. Así que descartó la idea de seguir adelante tras una pérdida.

Deja de disculparte si lloras y han pasado años desde su pérdida porque así es el duelo y es así como funciona la vida y la muerte. No puedes deshacerte de ellos. En cierta modo están o estarán siempre contigo ya que cuando alguien se va, según mi manera de trabajar, existe alguien cercano a ti, ya sea familiar o no con el que puedes sentir que estás con la persona que se marchó. No la sustituye pero hay algo inconsciente que lo sostiene todo y eso es amor. En el árbol genealógico cuando un miembro de la familia se muere al poco tiempo, por no decir casi al momento, nace un nuevo miembro para reparar el árbol. Lo encuentro maravilloso.

Es importante y me alegra que nuestra doctora O’Connor lo corrobore y afirme que el duelo se relaciona con el apego y cómo el apego se relaciona con el deseo. Y cómo la dopamina se relaciona más con el deseo que con la posesión, más con el anhelo que con el deleite. Y además interesante saber que la dopamina y el duelo tienen una relación muy estrecha. El sello distintivo del duelo es el anhelo, la añoranza.

Pero la investigación en neuroimagen, corrobora que hay una pequeña área en lo profundo del cerebro llamada núcleo accumbens, que se activa cuando anhelamos a alguien y es la área cerebral de aprendizaje de recompensas. Cuando se está en duelo, independientemente de la gravedad del duelo, se observa aspectos como las áreas de memoria, áreas emocionales, áreas de regulación emocional, incluso algunas relacionadas con la regulación de la fisiología autónoma. 

Cuando estás en duelo crees que no puedes o literalmente no puedes desenvolverte en el mundo. Por ejemplo, no puedes ir al supermercado sin descubrir cómo hacerlo sin esa persona o dormir en la misma cama sin esa persona a tu lado. Y luego, a menudo, anhelas tenerla de vuelta para poder volver a vivir con normalidad. No hay nada malo en anhelar.

Y justo es la misma área del cerebro relacionada con la adicción. Aquí hace un inciso nuestra doctora: Si estás en el desierto de excursión y olvidas tu botella de agua no puedes pensar en nada más que en agua, ¿verdad? Estás obsesionado pensando en ella, conseguiéndola, imaginándola. Pero nadie diría que eres adicto al agua, ¿verdad? El agua es algo que necesitamos, y tenemos una función homeostática que nos dice que necesitamos más y, una vez que la tenemos, nos sentimos saciados. Anhelar a un ser querido es ese tipo de sed. Necesitamos a nuestras figuras de apego como necesitamos comida y agua. Son fundamentales para nuestra supervivencia. Y creo que lo olvidamos en la sociedad moderna, donde podemos, de alguna manera, cubrir tantas necesidades. Así que necesitas a tu pareja, a tus hijos, padres, hermanos. Y no prosperamos cuando no los tenemos. Por eso creo que la activación en esa área es solo la señal de que realmente necesitas acercarte a esa persona. Y el proceso de duelo es: si voy a acercarme, será diferente a como era antes. Quizás tenga una conversación. Pero también tienes que encontrar otra manera de satisfacer tus necesidades de apego. Tiene que haber alguien más en tu vida a quien puedas decir: ‘Siempre estaré ahí para ti’. ‘Siempre estarás ahí para mí’, porque esta persona que dejó este plano terrenal no puede…

Modelo Proceso Dual del Duelo

La investigadora Margaret Stroebe explica que la asunción del duelo implica a la persona moverse de forma continua entre los terrenos de un funcionamiento orientado a la pérdida y un funcionamiento orientado a la reconstrucción.

  • El funcionamiento orientado a la Pérdida: La persona centra su carga emocional en experimentar, explorar y expresar de distintas formas (verbal o conductualmente) a fin de entender el sentido que la pérdida comporta en su propia vida. Así, el superviviente se encuentra en un periodo de introspección, el cual podría entenderse metafóricamente como un proceso de ‘ahorro de energía conductual’ a fin de consolidar este objetivo primario. Las manifestaciones más características en este primer ciclo pasan por: estar en contacto con la pérdida, concentrarse en su propio dolor, llorar, hablar de ello, mantener un comportamiento pasivo, presentar sentimientos de abatimiento, aislamiento, tener la necesidad de descargarse emocionalmente, promover el recuerdo o finalmente, negar la posibilidad de recuperación.
  • El funcionamiento orientado a la Reconstrucción: La persona invierte su esfuerzo y su concentración en los ajustes que ha de realizar en las diferentes áreas vitales: familiar, laboral, social. Ello presenta la finalidad de poder canalizar hacia el exterior la afectación experimentada en la etapa de duelo más agudo. Este funcionamiento se fundamenta en acciones como: desconectar de la pérdida, tender a la negación de la situación, distraerse, minimizar la afectación, racionalizar la experiencia, evitar el llanto o el hecho de hablar de la pérdida, centrarse en reconducir las áreas vitales, adoptar una actitud más activa o centrarse en fomentar las relaciones interpersonales.

La Negación de la Pérdida

La negación de la pérdida tiene lugar durante todo el proceso de elaboración del duelo. Dicha negación, se entiende como una respuesta adaptativa que permite al individuo no centrarse constantemente en la realidad de la pérdida, sino que va habituándose a ella de forma más paulatina. Esta gradación evita la vivencia de un dolor demasiado intenso (e inasumible) que implicaría el hecho de confrontar de entrada y de manera abrupta la asunción de la pérdida.

El modelo dual ofrece una perspectiva dinámica y flexible sobre el proceso del duelo a diferencia de los modelos lineales que conciben el duelo como una sucesión de etapas. El modelo dual del proceso propone que las personas en duelo oscilen entre la orientación hacia la pérdida y la orientación hacia la restauración. Este ir y venir entre la confrontación al dolor y la necesidad de adaptarse a la nueva realidad permite a las personas en duelo encontrar un equilibrio en su camino hacia la sanación. Esta orientación hacia la pérdida es esencial para integrar la realidad de la pérdida y darle sentido. Según Stroebe y Schut, las personas en duelo navegan de manera natural entre estas dos orientaciones, según sus necesidades y su ritmo personal. No hay una proporción ideal entre la orientación hacia la pérdida y la orientación hacia la restauración, y cada persona encontrará su propio equilibrio. Las normas y las expectativas sociales pueden influir en cómo las personas en duelo expresan su dolor y se adaptan a la pérdida. El modelo dual del proceso ofrece una visión matizada y realista del duelo, que tiene en cuenta la complejidad y no linealidad de esta experiencia. 

Adicción y Apego

Para integrar el proceso de duelo, es necesario encontrar una figura de apego alternativa. No nos gusta pensar en esto cuando perdemos a alguien pero si se trata de un cónyuge, a veces las personas se vuelven a casar. Y parece que esa necesidad de apego se satisface, al menos parcialmente. La necesidad de nuestros seres queridos, al igual que la comida y el agua, es el proceso homeostático. Con la adicción, el problema radica en que las drogas de abuso anulan precisamente estos circuitos que funcionan de forma homeostática. Y al anularlos, reducen el número de receptores o alteran su afinidad de tal manera que limitan nuestra satisfacción a esta droga, ya que solo esta puede sobresaturar esos receptores. Y ahora nos encontramos en una situación en la que solo la metanfetamina (o cualquier otra adicción) nos hace sentir mejor, pero no ocurre lo mismo con la comida, el agua y los seres queridos vivos.

Hemos perdido gran parte de la comprensión del duelo que se basaba en comprender lo que sucede durante el duelo.

Cuando hay una pérdida, cuando esa figura de apego falta y fallece, es algo a lo que nuestro cerebro, nuestro cuerpo y nuestra mente van a reaccionar intensamente. Y sin alguna forma de comprensión estamos a la deriva. John Bowlby, quien realmente desarrolló la teoría del apego postula que los humanos tienen una necesidad innata de formar vínculos emocionales con sus cuidadores, lo cual es crucial para la supervivencia y el desarrollo. Estos vínculos se forman en la infancia e influyen en las relaciones futuras y en nuestro bienestar emocional. Principios clave de la teoría del apego: 

  • Necesidad innata de apego: Los bebés están biológicamente predispuestos a formar vínculos con sus cuidadores utilizando conductas como llorar, aferrarse y seguir para mantener la proximidad.
  • Base segura: El cuidador actúa como una base segura, proporcionando un entorno estable y seguro desde el cual el niño puede explorar y desarrollar confianza.
  • Período crítico: El apego es más activo durante los primeros dos años de vida y que las interrupciones durante este periodo crítico pueden tener un impacto potencial en los resultados emocionales y del desarrollo. 
  • Etapas del apego: Cuatro etapas que son preapego, apego en formación, apego claro y formación de una relación recíproca.

Esta teoría proporciona un marco para comprender cómo las relaciones tempranas dan forma al desarrollo emocional de los individuos y su capacidad para formar relaciones seguras y saludables a lo largo de la vida. 

Tu Duelo y Tu Salud

Creo que todos hemos oído que el mayor factor de estrés es la pérdida de un hijo. Y solo se me ocurre una cosa igual de estresante, o incluso más, que sería no saber si tu hijo está vivo o muerto. Eso me parece la máxima agonía. Así que supongo que un grupo de duelo para eso es muy diferente a otro grupo de duelo por la separación de la pareja. Dos escalas de duelo diferentes pero realmente es difícil distinguir a alguien que está de duelo profundamente como si tu dolor no fuera tan fuerte como el de otra persona. 

Y ya se sabe que la pérdida de un ser querido es tan impactante que puede llevarnos a morir de un infarto. Así que el día que fallece un ser querido, tienes 21 veces más probabilidades de sufrir un infarto que cualquier otro día de tu vida. Y se sabe que en los primeros tres meses tras de tu pareja tienes casi el doble de probabilidades de sufrir un infarto mortal. Para las mujeres, es aproximadamente 1,8 veces. Así que sigue siendo una cifra astronómica de riesgo médico. Como vemos este período de transformación es increíblemente arriesgado.

Se pueden experimentar cambios fisiológicos pero si nuestro cuerpo no es lo suficientemente resiliente, es decir, si se rompe durante ese tiempo, es importante no aislarnos y estar con seres queridos porque tenemos muchas papeletas durante los primeros siete días después del fallecimiento de tu pareja de que te dé un infarto. Así que no te quedes aislado. Así que la corregulación (implica un intercambio continuo entre la persona que brinda apoyo y la que lo recibe, donde ambos se influyen mutuamente) es importante ya que si ahora llego a casa y mi pareja me abraza sé que mi presión arterial bajará un poco, mi frecuencia cardíaca bajará un poco. Pero si, de repente, tengo que imaginarme entrando en una casa vacía donde eso no va a suceder, mi sistema cardiovascular tiene que averiguar cómo voy a entrar en casa una y otra vez y regular mi frecuencia cardíaca.

Y tu cerebro anticipa ver a la persona que perdiste. Están todas sus cosas y no está la persona y además el olor, todo huele a esta persona. El olfato opera a un nivel inconsciente todo el tiempo. Es como bañarnos en los químicos de otra persona y luego desaparecen y empiezan a disiparse. Los olores pueden desencadenar recuerdos y emociones intensas debido a la estrecha relación entre el olfato y el sistema límbico, responsable de las emociones, la memoria y el aprendizaje.

Así que creo que reconocer que tu cuerpo en duelo tiene que encontrar la manera de regularse de nuevo es una de las razones por las que el apoyo es tan importante.

Hay un estudio sobre primates donde hay mucha mortalidad infantil. Y con la muerte de una cría de primate, la madre carga con la cría fallecida durante días, semanas e incluso meses. Ese bebé mono, durante mucho tiempo después de su muerte, pasa mucho tiempo siendo observado por su madre que no se acicala, no intenta amamantarlo y no le sorprende que la cría esté muerta. Pero lo interesante es que deja de acicalarse durante este tiempo. Eso sí que es arriesgado para un primate porque el acicalamiento es fundamental para su salud ya que no solo sirve para eliminar parásitos y suciedad, sino que también juega un papel crucial en la formación y mantenimiento de vínculos sociales, la reducción del estrés y la resolución de conflictos dentro del grupo. Y durante este tiempo, mientras la madre intenta comprender qué le ha pasado a su bebé, las reglas se desvanecen. Cualquier miembro de la camada puede acicalar a esta madre. Ahora bien, una vez se siente preparada lo abandona y las reglas vuelven a aplicarse. Así que regresa a la camada y ahora participa en la vida social como lo hacía antes. Creo que la analogía aquí, es que cada uno tiene su proceso y no se debe forzar ni reprimir los tempos.

Así que este fenómeno conocido como carga de cadáveres de bebés es un comportamiento que se relaciona con el apego, el duelo, la falta de conciencia de la muerte y una forma de procesar el estrés de la pérdida. Porque si se separan bruscamente de sus crías les crea ansiedad porque instintivamente surge esa ansiedad cuando hay una separación física entre la madre y sus crías, y por tanto podría extenderse una vez uno de sus retoños fallece. «De hecho, algunas madres que transportaban a sus bebés fallecidos solían dar señales de alarma, una clara señal de estrés, en caso de perder el cadáver o de que otro intentara quitárselo». Esto sugiere que llevar el cadáver consigo puede ser una forma de lidiar con el estrés que les provoca la pérdida. Y esto tendrían que tenerlo muy presentes en los paritorios donde la madre al final se va casa sin su bebé.

Hay que ver el duelo como necesario y un proceso natural para poder seguir viviendo.

La gente piensa que la frase ‘se me ha roto el corazón’ es una metáfora pero el duelo impacta en nuestro sistema cardiovascular. Cuando murió Carrie Fisher, la Princesa Leia de Star Wars, su madre, Debbie Reynolds, protagonista de Cantando Bajo la Lluvia, falleció al día siguiente. Hay estudios epidemiológicos que corroboran que el mayor riesgo de mortalidad por cualquier causa es mucho mayor en las personas que acaban de perder un ser querido. 

Estudios en el laboratorio de la Dra. O’Connor llegaron a la conclusión que la persona que vive la muerte de un ser querido debe ser cuidada porque hay riesgo médico. Así que les dimos aspirina, una aspirina infantil, a las personas durante las dos primeras semanas tras la muerte de su ser querido y analizamos si era cardioprotectora, lo cual, por supuesto, fue así, porque entendemos cómo funciona la aspirina. Sabemos que el duelo es médicamente arriesgado, sabemos que necesitamos apoyar al cuerpo en duelo para que pueda superar esos días, semanas y meses y así poder empezar a reconstruir su vida.

El duelo es totalmente natural y el embarazo es totalmente natural pero nadie diría que no es fisiológico. Nadie diría que no hay grandes cambios hormonales y que es médicamente arriesgado. Así que para la gran mayoría de las personas que están embarazadas, están perfectamente sanas. Pero tenemos sistemas de atención sanitaria establecidos para evaluar si las personas están sanas durante este período, y luego, si no lo están, si encontramos diabetes gestacional o hipertensión, sabemos cómo tratarlas e intervenir para que esa persona pueda superar este período de transición. ¿Y si fuera lo mismo con el duelo? ¿Por qué en nuestros grupos de apoyo para el duelo no les tomamos también la presión arterial? Hay que ser conscientes del riesgo médico de estar en duelo o incluso de estar cerca de alguien en duelo.

No se nos enseña cómo afrontar el duelo o más bien, hemos perdido la manera de convivir con el duelo como hacen los primates. Y es importante sentir tus sentimientos porque reprimirlos no es bueno ya que aumenta la presión arterial, aumenta el riesgo de infarto y aneurisma. Pero en la sociedad en la que vivimos debemos ser funcionales y no podemos ahogarnos en un charco de lágrimas las 24 horas del día, los siete días de la semana. Pero es importante recordar que las emociones son, en realidad, el resultado. No se trata tanto de que tengamos que aprender a lidiar con ellas. Si no las sentimos como los primates luego nos pasarán factura.

Así que tienes que buscar cómo ayudar a tu estado físico, mental y emocional. Tal vez necesitas salir a correr todos los días para ejercitar tu corazón o hacer yoga y aprender a respirar para así tranquilizarte y bajar tu ritmo cardíaco. Son dos acciones opuestas pero complementarias y necesarias para poder comprender y vivir el duelo. Practica la meditación o aprende a meditar aunque te cueste horrores pero son herramientas que nos ayudarán a adaptarnos a nuestra vida actual y situación actual.

Teorías y Etapas del Duelo

Durante años, el modelo número uno era que el duelo progresaba por cinco etapas Elizabeth Kubler-Ross (1969). Su trabajo fue importantísimo porque abrió la conciencia del duelo como un proceso, tanto psicológico como, en cierta medida, biológico. Las cinco etapas del duelo son: Negación, ira, negociación, depresión y aceptación. Mientras que Robert A. Neimeyer (2000) se refiere al ‘ciclo de duelo’ como un proceso sumamente variable y particular donde se producen ajustes vitales permanentes durante la evitación (ausencia de conciencia de la pérdida), la asimilación (asunción de la pérdida con predominio de sentimientos de tristeza y soledad y aislamiento del entorno social) y la acomodación (adaptación a la nueva situación en ausencia del objeto de duelo).

Lo interesante aquí es que es un período de transición que va de la no-aceptación a la asimilación y donde van surgiendo sentimientos de tristeza, añoranza, rabia, apatía, soledad, culpa, etc. con un retorno progresivo a las obligaciones, a las responsabilidades y a los proyectos vitales personales. Ello permite a la persona evaluar dicha pérdida desde una perspectiva más global, puesto que el hecho de retomar la rutina posibilita que la persona conecte de forma más realista con el mundo que le rodea y aleje en cierta manera su foco de atención, trasladándolo desde el objeto de la pérdida hasta la re-adaptación vital de las distintas áreas personales.

Pero no del todo cierto, en el sentido de que no se trata de incredulidad, ira y aceptación. Podrían ser las tres a la vez, y luego se mezclan en un orden diferente.

La idea de Elizabeth Kubler-Ross fue innovadora, la idea de que el duelo es más que tristeza. Fue descriptiva y era como una trayectoria donde la aceptación aumenta con el tiempo y el anhelo disminuye con el tiempo pero no es lineal y no es una etapa y luego se acaba y empieza otra. Porque si han pasado 20 años y no has sentido ira no significa que todavía no haya terminado tu duelo. No es como una receta.

Y la investigación moderna sobre el duelo nos dice mucho más, no solo sobre qué sucede, sino también por qué y cómo. A veces me pregunto si, a pesar de lo devastadora que puede ser la experiencia del duelo, las personas no se permiten sentirse bien. No lo oyes con los oídos. Lo sientes en lo más profundo. Y cualquier cosa tan profunda es tan primitiva, antigua e importante como el hambre, la sed, la reproducción o la ira. 

Así que creo que es muy importante que colocar el duelo en primer plano junto a esos impulsos primarios y la homeostasis y el deseo de permanecer en un terreno donde subes y bajas y no te inclina hacia el colapso total.

Permiso: Debería o no debería…

Y luego está lo del permiso, te permites ser tú a pesar del duelo y la pérdida ya que nadie debería sentirse condicionada con el si debería o no debería… hacer lo que sea. Porque será diferente para cada persona. Y lo más importante, será más diferente de lo que imaginamos. Intentamos anticipar cómo se sentirá el duelo. Pero como gran parte del apego está por debajo del nivel de consciencia, porque nuestra fisiología está por debajo del nivel de consciencia, no podemos saber cómo reaccionaremos. Así que la respuesta natural es simplemente reaccionar. Y con el tiempo, el duelo hace que nuestra forma de reaccionar se vuelva más familiar. Empezamos a desarrollar mejores herramientas de afrontamiento para nuestra forma natural de reaccionar. No es que el duelo desaparezca, sino que llegamos a comprenderlo.

¿Te permites seguir viviendo sin esa persona aunque sientas que tienes una relación interna continua? ¿Te sientes culpable por tener alegría, por hacer cosas divertidas, por enamorarte, por conectar con la gente, por irte de vacaciones? Aparecerá en ti esa inquietud interna pero se debe a esa codificación eterna de esta relación pero no es verdad o si, ya que la persona que murió querría que rehacieras tu vida. Porque ¿quién te juzga por irte de vacaciones? ¿Quién te juzga por enamorarte? Suelen ser tus allegados pero quien realmente es el mayor juez eres tú mismo.

Hay que darse permiso para superar esa etapa de protesta al ritmo que sea. Y darse permiso para superar o transmutar esa etapa de desesperación. Como si no se pudiera uno recuperar y tuviera que ser un zombie toda su vida.

Tipología del Duelo

El duelo no es una enfermedad, aunque puede llegar a serlo si su elaboración no es correcta. Diferentes autores han dado diferentes tipologías de duelo, si bien se carece de una tipología comúnmente aceptada por todos, veamos los tipos más comunes:

  • Duelo bloqueado: Ocurre una negación a la realidad de la pérdida, donde hay una evitación del trabajo de duelo, y un bloqueo emocional-cognitivo que se manifiesta a través de conductas, percepciones ilusorias, síntomas somáticos o mentales o relacionales.
  • Duelo complicado: Síntomas o conductas de riesgo sostenidas en el tiempo y de intensidad arriesgadas para la salud dentro de un contexto de pérdida.
  • Duelo patológico: La persistencia o intensidad de los síntomas ha llevado a alguno o varios de los miembros de la familia a detener la vida laboral, social, académica, orgánica.
  • Duelo inhibido. La persona en duelo es incapaz de expresar sus sentimientos.

En su ensayo «Mourning and Melancholia» (Duelo y Melancolía), Sigmund Freud exploró las diferencias y similitudes entre el duelo normal y la melancolía (depresión) en respuesta a la pérdida de un objeto amado. Freud conceptualizó el duelo como un proceso de trabajo de duelo donde la energía libidinal se retira gradualmente del objeto perdido, permitiendo al individuo adaptarse a la nueva realidad. La melancolía, por otro lado, se caracteriza por una pérdida de interés generalizada, sentimientos de vacío y una identificación inconsciente con el objeto perdido, lo que dificulta la adaptación. Puntos clave de la teoría freudiana del duelo:

  • Duelo normal: Implica un proceso de adaptación a la pérdida, donde la energía libidinal se retira gradualmente del objeto perdido y se invierte en nuevas relaciones y actividades. 
  • Trabajo de duelo (Trauerarbeit): Es el proceso psicológico de elaboración de la pérdida, que implica enfrentar el dolor, la tristeza y la rabia asociadas a la pérdida. 
  • Melancolía: Se diferencia del duelo por la falta de conciencia de la pérdida, la pérdida de interés generalizada y la identificación inconsciente con el objeto perdido. 
  • Relación con la realidad: Freud veía el duelo como una forma de reajustar la relación con la realidad, aceptando la pérdida y buscando nuevas formas de satisfacción. 
  • Importancia de la adaptación: El trabajo de duelo, según Freud, es fundamental para evitar que el duelo se convierta en melancolía y para permitir que el individuo se adapte a la vida después de la pérdida. 

En resumen, Freud entendía el duelo como un proceso psicológico activo de adaptación a la pérdida, donde la energía libidinal se retira gradualmente del objeto perdido, permitiendo al individuo reajustar su relación con la realidad y encontrar nuevas formas de satisfacción. La melancolía, en cambio, se caracteriza por una dificultad para aceptar la pérdida y una identificación inconsciente con el objeto perdido, lo que dificulta la adaptación. 


‘Cuando se acepta la pérdida, se dice que el ego la adapta, lo que permite a la persona en duelo buscar nuevos vínculos’ (Humphrey y Zimpfer, 1998; Susillo, 2005).

El Modelo de Duelo de Freud

El énfasis en las ideas de Freud sobre el duelo se centra en el apego personal. La teoría enfatiza que quienes sufren buscan un apego perdido. Describe el duelo como el desapego del ser querido. Freud define el duelo como un estado de melancolía, sugiriendo que cuando el duelo fracasa, la melancolía se intensifica.

La melancolía se considera una manifestación profunda de la depresión que implica una pérdida total del placer por todo o casi todo. El proceso de duelo se considera una tarea para reconstruir el mundo interior mediante la experiencia del intenso dolor de la pérdida, que reaviva el afecto amoroso del ser querido fallecido. La muerte de un ser querido puede provocar la pérdida de la identidad (Freke, 2004). Se sugiere que, durante el duelo, la persona en duelo se libera de los múltiples apegos que influyeron en la formación de una relación.

Muerte y Freud

Freud no estuvo exento del dolor y el duelo. Primero fue con la muerte de su padre donde sufrió depresión y volvió a sufrir otro episodio de depresión cuando su hija Sophie fallece por la gripe española. Posteriormente, Freud desarrolló un cáncer maxilar y fue operado. Tenía miedo a la muerte y no podía trabajar con pacientes ni participar en la labor de las organizaciones psicoanalíticas que había fundado. Al poco tiempo, su nieto Heinerle (hijo de Sophie) falleció de tuberculosis a la edad de cuatro años. Freud sentía un gran apego por su nieto y lo lloró durante mucho tiempo.

Freud señaló que el duelo pasa con el tiempo, y alterar este proceso innecesariamente puede ser perjudicial. Con esto, Freud quiso decir que debemos confiar en la capacidad humana para soportar el estrés y las tensiones, y superar las dificultades mediante el esfuerzo personal.

Freud subrayó que el proceso de duelo puede asumir una forma patológica si la relación con el difunto se caracterizaba excesivamente por sentimientos ambivalentes o si el doliente tiende a una «elección narcisista de objeto», es decir, a presentar demasiados rasgos inmaduros. Una persona puede percibir una «pérdida de objeto» (como el duelo) como una herida en su ego. En el duelo prolongado o complicado, las reacciones comunes al duelo se prolongan con una intensidad constante o incluso mayor, frecuentemente acompañadas de autorreproche por la persona fallecida. También pueden incluir una sensación de haber perdido una parte de sí mismo. En la depresión, la conciencia de la pérdida no es tan prominente, mientras que en el duelo prolongado podemos observar una añoranza intensa y persistente por la persona fallecida. 

Freud afirmó que, si bien puede decirse que la fase aguda del duelo pasará, la sensación de pérdida permanecerá, quizás para siempre.

Su hija falleció con 26 años, era madre de dos hijos y estaba esperando un tercer hijo. ‘Nuestra querida Sophie nos fue arrebatada como si nunca hubiera existido‘, escribió Freud a un amigo. ‘La brutalidad descarada de nuestro tiempo nos pesa. Nuestra pobre niña de domingo’. Poco después de la muerte de Sophie, el 4 de febrero, escribió: ‘En lo más profundo de mi ser, puedo rastrear los sentimientos de una profunda herida que no se puede sanar’.

Desearía haberme comportado de otra manera o haber hablado con más amabilidad. Tales reflexiones son infructuosas y dañinas. Ya no se puede deshacer’, observa la consejera de duelo y madre en duelo Harriet Sarnoff Schiff. ‘Revisar los errores no sirve de nada cuando se revive el tiempo compartido con un hijo fallecido’.

Los expertos en duelo han identificado cinco fuentes comunes de autorrecriminación: Culpa por el rol cultural (¿Fui un buen padre o madre?); culpa por la causa de la muerte (¿Causé su muerte?); culpa moral (¿No fui lo suficientemente bueno?); culpa del superviviente (¿Por qué ella y no yo?); y culpa de la recuperación (No merezco ser feliz). Muchos conocemos bien estos sentimientos.

En ‘El yo y el ello‘, escrita tres años después de la muerte de Sophie, Freud se resiste a su idea inicial de que debemos separarnos de quienes hemos perdido: ‘En el duelo, nuestra mente se reajusta a una nueva realidad. Nuestro sentido de identidad o ego, se altera estructuralmente para continuar una identificación igualmente importante con la persona que hemos perdido. Añadió que esta es «la única condición» bajo la cual podemos aceptar nuestra pérdida’.

‘Cuando murió mi nieto me cansé de la vida para siempre. Esto me llevó a tres semanas de llanto casi constante y a algunos de los días más oscuros de mi vida’.

Cinco años después de la muerte de su hija, Freud escribió una de sus obras más influyentes, Inhibiciones, síntomas y ansiedad y en el capítulo final, ‘Ansiedad, dolor y duelo’, el padre y abuelo afligido plantea una pregunta que siempre parece rondar su mente: ‘¿Cuándo la separación causa ansiedad, cuándo duelo y cuándo, quizás, solo dolor?’.

Nuestro profundo dolor puede pasar pero sabemos que permaneceremos inconsolables, sin encontrar jamás un sustituto. Y así debe ser. Es la única manera de continuar un amor que jamás abandonaríamos.

La muerte de Freud fue un suicidio asistido. Max Schur, quien había sido su médico durante muchos años, le administró una sobredosis de morfina según un acuerdo que habían firmado muchos años antes, cuando Freud fue diagnosticado con cáncer por primera vez. El acuerdo establecía que cuando Freud estuviera demasiado enfermo y ya no pudiera trabajar ni verle sentido a la vida, se le ayudaría a morir. Algunos creen que esto es una señal de la clara relación de Freud con la muerte.

Suicidio y Duelo

Tristemente, hoy en día casi todo el mundo sabe de alguien que se suicidó y parece que quitarse la vida desafía toda lógica. Y hay un documental, The Bridge, que te pone los pelos de punta ya que se instalaron cámaras en el puente Golden Gate de San Francisco y filmaron a la gente saltando. Si, saltando intencionadamente para morir. Y en un caso, pudieron hablar con un joven que saltó y sobrevivió describiendo que, momentos después de saltar, su primer pensamiento fue que no quería morir. Brutal, sin palabras. Así que creo que, aunque solo fuera por ese mensaje, este documental juega un papel muy importante.

El suicidio es una solución permanente a un problema probablemente temporal. Creo que las estadísticas nos indican que las tasas de suicidio están aumentando.

Están aumentando muchísimo pero ¿qué pasa con la persona que está de duelo por un suicidio?

Se sabe que el duelo tras una muerte repentina, violenta o inesperada, un suicidio, es más desafiante. Es más difícil adaptarse. Es más difícil recuperar una vida plena. Y aparecen constantemente pensamientos de ‘si hubiera’, ‘podría haber’, ‘debería haber’, ‘si hubiera contestado el teléfono’, ‘si lo hubiera podido llevar al hospital antes’, ‘el médico debería haber sabido cómo salvarlo’. Y la cuestión es que el cerebro puede inventar infinitas historias, infinitas razones por las que esta pérdida es tu culpa. Y la realidad es que no hay forma de responder a esas preguntas porque hay infinitas y sin respuesta. Y la solución no está en encontrar respuestas a infinitas preguntas porque cada una de esas historias termina así: ‘Entonces mi ser querido habría vivido’. Pero la realidad que enfrentamos ahora, hoy, aquí, es que no vivieron. Así que nada de eso importa porque ahora la pregunta es: ¿cómo vivo si es cierto que ya no está? Es casi como si esa pregunta fuera otra forma de protesta. 

Pero este circuito divergente, como la rueda del hámster, donde puedes protestar hasta el fin de los tiempos como ‘no, podría haber hecho esto, no, podría haber hecho aquello‘… No tiene fin. Y es justo lo que suele ocurrir en las rupturas. Así que si tu narrativa empieza con un ‘si solo…’ o ‘¿qué pasaría si…? ‘si tan solo…’, te recomiendo que salgas por patas ya que estás en peligro porque todo lo que sigue es una narrativa falsa. Pero ¿por qué no lo paramos? Si nos dicen que el duelo es una forma de aprendizaje con rumiación incluida con pensamientos perseverantes que nos hacen sentir culpables y unos desgraciados, ¿por qué lo hacemos entonces? Y creo que hay un par de posibilidades. Una es que es insoportable pensar que las cosas malas suceden sin razón. Y esa protesta puede estar presente, es tan dolorosa como la culpa y da una sensación de control. Pero el problema es que cuando le damos vueltas a estas cosas que no pueden ser ciertas, no estamos en el momento presente, estamos en otro mundo, tal vez paralelo o subterráneo, no lo sé… Y eso significa que, si tu hijo te cuenta una historia graciosa, no le estás prestando atención porque estás en ese otro mundo interior. Y entonces no puedes experimentar toda la alegría de la vida por estar en ese momento con tu hijo que él si que está vivo. Y entonces nos perdemos entre las tinieblas de ese otro mundo tal vez terrible pero seguro que plagado de culpa y con infinitas posibilidades ilusorias.

Aquí es importante comprender que estos son pensamientos. ¿Cómo lidio con ellos? No se trata de saber cuál es la respuesta porque no la hay, sino de cómo lidio con el hecho de tener estos pensamientos repetitivos. Podemos aprender muchas habilidades para lidiar con nuestros pensamientos. Si te das cuenta de que estás rumiando de nuevo, cambia tu entorno. Sal de esa habitación, sal a la calle, vete a donde puedas en ese momento pero sal de tu entorno actual. Ese solo cambio puede ayudarte a cambiar tus patrones de pensamiento. No se trata de si esta situación es real, sino de si este pensamiento es útil en tu vida actual y presente. A menudo tenemos que encontrar ‘la historia’ que sea verdadera y auténtica y que calme nuestros pensamientos. Tienes que sentirla real para para que tu mente no intente debatir la veracidad.

Eso es lo que nos permite superar los pensamientos repetitivos y volver al presente. Y eso nos lleva de vuelta a la idea de pasar de la comprensible respuesta de protesta y desesperación a un duelo adaptativo. 

Pensar en la Muerte

Pienso en la idea de que la muerte es algo que debemos contemplar porque no nos libramos de ella aunque la evitemos.

Me complace enormemente ver la belleza y la trascendencia de la comprensión neuronal de lo que sucede en el apego y cómo esto debe cambiar durante el duelo.

En la época de nuestros bisabuelos era como un ciclo agrícola de la vida. Recuerdo que mi bisabuela al igual que muchas de sus vecinas iban a trabajar la tierra y algunas embarazadas perdían sus hijos y los enterraban en su propio campo. Creo que la gente de pueblo entendía de otra manera la vida y la muerte ya que mataban sus propios animales para alimentar a la familia pero también recuerdo cuando mi bisabuela ya era mayor y su hija, mi abuela, murió de cáncer a los 57 años. Ahí decía que no era normal, que tendría que haber muerto ella, que eso no es natural ya que primero se mueren los padres y luego los hijos. Una mujer que duró casi hasta los 100 años y vio a muchos de sus hijos morir.

Quizás deberíamos contemplar lo que sucede. ¿Cómo entendemos la muerte, la vida, el duelo y la enfermedad? ¿Y cómo vivimos nuestra vida ahora sabiendo que eso es parte de nuestro futuro? Creo que pensar en la muerte es increíblemente útil porque te hace apreciar la vida. A la mayoría nos da miedo hacerlo pero tenemos que reconocer que el tiempo es finito y que somos mortales. Creo que así disfrutaríamos plenamente de la vida. 

Las investigaciones muestran que la llamada teoría de la gestión del terror que nos aterra tanto morir que tenemos todas estas formas psicológicas de evitar la realidad que todos sabemos que es cierta y hacemos todo tipo de cosas.

La Teoría de la Gestión del Terror (TMT, por sus siglas en inglés) postula que la conciencia de la propia mortalidad genera ansiedad en los seres humanos, y que esta ansiedad se maneja a través de mecanismos culturales y psicológicos, como la autoestima y la adopción de visiones del mundo que brindan significado y propósito a la vida. En esencia, la TMT sugiere que muchos de nuestros comportamientos y creencias están motivados, de forma inconsciente, por el deseo de trascender la muerte o, al menos, de minimizar su impacto psicológico. Las creencias religiosas a menudo ofrecen promesas de vida eterna o de trascendencia después de la muerte, lo que puede reducir la ansiedad ante la muerte.  

Creo que aprender a lidiar con el terror a la muerte es parte de la vida, es aprender a vivir, comprender la naturaleza porque la vida y la muerte están interconectadas en un ciclo continuo de transformación y renovación. La muerte no es el fin, sino una transición que permite el florecimiento de la vida. 

La relación entre naturaleza, vida y muerte es intrínseca y cíclica. La naturaleza es el escenario donde la vida se desarrolla y eventualmente termina, dando paso a la muerte, que a su vez, nutre el ciclo continuo de la vida. 

Sin embargo, la muerte no es un punto final absoluto, sino más bien una transición. La muerte, por lo tanto, es un componente esencial del ciclo de vida, un proceso continuo de transformación y renovación. 

Filosóficamente, la relación entre vida y muerte es compleja. Algunos consideran que son fuerzas opuestas, mientras que otros las ven como aspectos complementarios de un mismo proceso. La naturaleza nos enseña que la muerte no es el opuesto de la vida, sino una parte integral de ella. 

Voluntad de Vivir

Cuando tenía mis brotes artríticos no sabía cómo mi cuerpo actuaría cada día ya que cada uno era diferente. Al despertarme por la mañana no sabía ese día si podría andar o comer y pensaba que no merecía la pena vivir con un dolor tan errático y profundamente desgarrador. Y sí, confieso que se te pasa por la cabeza que en esas circunstancias no merece la pena vivir. Esta situación te lleva a crear empatía por las personas que viven un duelo ya que es un dolor profundamente desgarrador tanto físico como emocional y, además, mentalmente ya que están aturdidos y no recuerdan cosas básicas como dónde aparcaron el coche o si tendrán fuerzas para cocinarse o de comer además de que sienten la vida como injusta y sin sentido.

Y aquí es cuando aparece la cuestión de la voluntad de vivir.
La voluntad de vivir se refiere al impulso o deseo fundamental de supervivencia y de continuar existiendo. Es la fuerza que nos motiva a buscar la satisfacción de nuestras necesidades y a superar los desafíos de la vida, incluso ante la adversidad. Está relacionada con la motivación, la esperanza y la capacidad de adaptación. Nos permite superar momentos difíciles, buscar soluciones a nuestros problemas y construir un futuro mejor. 

En la filosofía de Arthur Schopenhauer, la voluntad de vivir es la fuerza primordial y ciega que impulsa todo en el universo. Se manifiesta como un deseo insaciable de existir y perpetuarse. Dado que la voluntad nunca se sacia, la vida, para Schopenhauer, está inevitablemente ligada al sufrimiento. 

En resumen, Schopenhauer considera la voluntad de vivir como una fuerza universal y ciega que impulsa la existencia y, al mismo tiempo, la fuente del sufrimiento humano. Su filosofía invita a comprender esta fuerza y a buscar formas de trascenderla para encontrar alivio al dolor inherente a la vida. Schopenhauer propone la negación de la voluntad como camino para escapar del sufrimiento, a través del arte, la compasión y la ascesis. 

La ascesis es un camino para liberarse del sufrimiento inherente a la existencia que consiste en la negación de la voluntad, la renuncia a los deseos y la liberación del ego, llevando a una especie de nirvana o aniquilación de la voluntad de vivir, ya que constantemente genera deseos que nunca se satisfacen completamente. La ascesis implica negar esta voluntad, rechazando sus impulsos y deseos. A través de la negación de la voluntad, el individuo puede alcanzar un estado de paz y liberación del sufrimiento, aunque esto no implique necesariamente el suicidio. 
Schopenhauer menciona varias vías ascéticas, como la contemplación estética, la compasión y la práctica de la negación de la voluntad, como la abstinencia y la mortificación. La mortificación, entendida como la negación de la voluntad de vivir, es un camino hacia la liberación del sufrimiento. No implica necesariamente la muerte física, sino más bien un proceso interno de renuncia a los deseos y a la búsqueda de la satisfacción individual. La mortificación, a través del ascetismo y la renuncia, busca debilitar la voluntad, que es considerada la raíz de todo dolor y sufrimiento. 

En resumen, la ascesis en la filosofía de Schopenhauer es un camino hacia la liberación del sufrimiento a través de la negación de la voluntad y la renuncia al ego, buscando un estado de paz y liberación que trasciende la existencia individual. 

Para quienes atraviesan este proceso de duelo en el contexto de una pérdida o una ruptura sentimental puede ser devastador y más cuando hay hijos de por medio ya que un duelo familiar vivido por todos en la misma casa es devastador y me quedo corta con el adjetivo.

Y la gente te pregunta si ya has superado la pérdida o el duelo cuando eres un zombie tú y tus hijos… Creo sinceramente que no es la pregunta correcta. Es algo que no se supera sino que hay que difícilmente aceptar e integrar. Aquí es cuando de nuevo aparece el proceso dual del duelo, esa oscilación entre lidiar con la pérdida de tu ser querido y recuperar o reconstruir tu vida.

La única manera de prolongar el proceso del duelo es intentar acortarlo. Tu mente intenta hacer cualquier cosa para evitarlo y esa evasión lo hace más difícil ya que evitamos una conversación profunda sobre el tema, evitamos pasar por el lugar donde sucedió todo, evitamos lidiar con el armario de la persona, con sus pertenencias… 

De alguna manera todas estas evasiones son en parte esa protesta que nos dificulta estar presentes porque no queremos aceptar la realidad pero también tenemos que aceptar que son momentos duros y que si no lo evitamos tal vez podamos caer en picado a todos los niveles.

Memoria y Duelo

El objetivo de un memorial es celebrar la vida y el legado de la persona fallecida, más que centrarse en el dolor de la pérdida. Es una forma significativa de recordar y honrar a un ser querido, permitiendo a familiares y amigos reunirse para celebrar su vida y dejar un legado duradero. 

‘La memoria del corazón elimina los malos recuerdos y magnifica los buenos, y gracias a esto logramos sobrellevar el pasado.’ Gabriel García Márquez.

El duelo puede hacer que el tiempo parezca pasar de manera diferente, con momentos del pasado reviviéndose con intensidad y el futuro sintiéndose incierto. El hipocampo y la corteza prefrontal son áreas del cerebro importantes para la memoria y la cognición que pueden verse afectadas por las hormonas del estrés liberadas durante el duelo, lo que puede influir en la forma en que se forman y se recuperan los recuerdos. 

El duelo puede dificultar el recuerdo de eventos recientes debido al estrés y las emociones abrumadoras, y también puede alterar la percepción del tiempo. La forma en que se procesan y se almacenan los recuerdos puede verse afectada, y el cerebro puede experimentar cambios en las áreas relacionadas con la memoria. Además, el estrés y las emociones intensas del duelo pueden afectar la capacidad del cerebro para procesar y retener nueva información dificultando el recuerdo de eventos recientes. 

El duelo puede hacer que el tiempo parezca pasar de manera diferente, con momentos del pasado reviviéndose con intensidad y el futuro sintiéndose incierto. 

La ira, la confusión y la sensación de incredulidad en el duelo tienen efectos cognitivos que dificultan estar en el aquí y en el ahora. 

Efectos del Duelo en la Memoria

  • Pérdida de memoria a corto plazo: El cerebro está abrumado y afecta su capacidad para procesar y retener nueva información. Cuando las hormonas del estrés están en sus niveles más agudos, como en el duelo, penetran fácilmente la barrera hacia el encéfalo e impactan en la estructura del hipocampo, en la corteza prefrontal y en la amígdala, responsables de los procesos cognitivos.
  • Dificultad para concentrarse: La mente de una persona en duelo puede estar constantemente reviviendo recuerdos del ser querido perdido, lo que interfiere con la capacidad de enfocarse en tareas presentes, tomar decisiones o recordar detalles.
  • Memoria emocional intensificada: Durante el duelo, las memorias emocionales pueden volverse más vívidas. Esto significa que los recuerdos relacionados con la persona fallecida pueden aparecer con más frecuencia y con mayor intensidad emocional. Este fenómeno puede ser doloroso y persistir en los duelos crónicos o prolongados.

La amígdala es una de las responsables de tener una mayor reactividad emocional durante el duelo, pudiendo alargar más de lo debido los sentimientos de tristeza o desesperanza. 

‘El duelo es una máquina del tiempo. Tras el derrame cerebral de mi madre y su muerte, no lloré su pérdida solo una vez. El dolor transportó mi mente a nuestro pasado, ante todos los pasados y a posibles futuros sin ella. Me siento indefensa. El duelo no tiene fin.’ Neurocientífica Ida Momennejad.

La Dra. O’Connor nos dice que con cada año que pasa, recuerdas más de la vida y menos de la muerte en la mayoría de los casos. Esa es una característica hermosa de todo esto. Es como si la naturaleza lo hubiera hecho muy, muy difícil, pero luego nos dio un pequeño giro que viola todo lo que entiendo sobre la memoria. Es un misterio que nos ayuda a ser más resilientes (resiliencia es la habilidad para afrontar el estrés, el trauma o la tragedia, y salir fortalecido de la experiencia). 

En el duelo, el tiempo se percibe de manera subjetiva y a menudo de forma distorsionada. Inicialmente, el tiempo puede parecer que se detiene o que avanza muy lentamente, con una sensación de irrealidad o aturdimiento. Conforme el duelo avanza, las emociones intensas pueden hacer que el tiempo se sienta fragmentado o cíclico, con momentos de dolor intenso que se alternan con periodos de calma relativa. Finalmente, aunque la intensidad del dolor disminuye con el tiempo, la sensación de pérdida puede perdurar por mucho tiempo, y ciertos recuerdos o eventos pueden reavivar emociones fuertes. 

Fases y Percepción del Tiempo

  • Fase inicial (Shock/Estupor): Puede haber una sensación de irrealidad o embotamiento emocional, como si el tiempo se hubiera detenido o se estuviera viviendo en una nube. 
  • Fase de intensidad variable: Las emociones intensas como la tristeza, la ira, la negación, etc., pueden hacer que el tiempo se sienta como una montaña rusa, con momentos de dolor agudo y otros de relativa calma. 
  • Fase de adaptación: La intensidad del dolor disminuye gradualmente pero la sensación de pérdida puede persistir. El tiempo puede parecer que avanza a un ritmo más constante, pero los recuerdos o eventos significativos pueden desencadenar nuevas oleadas de emociones. 

Pero en el momento de la pérdida nos sentimos culpables y nuestra mente se enfoca en ‘debería haber hecho…’, ‘no pude despedirme’, ‘no pude decirle adiós’

Nuestro cerebro intenta comprender esto tan importante que está sucediendo. Estás enfocado en lo que está sucediendo. Pero con el tiempo, a medida que nos adaptamos, nos damos cuenta de que podemos alejarnos más y podemos ver esto en el contexto de tantas cosas. Mientras dormimos, una de las funciones de los sueños parece ser que repasamos los eventos una y otra vez pero es como si el cerebro está encontrando la manera de separar parte de la intensidad de la emoción del recuerdo. Y quizás este sea un proceso similar que dura muchas noches y muchos días donde podemos ganar un poco más de perspectiva con el tiempo y la experiencia. Por ejemplo, si no te permites pensar en esos momentos perdidos, el momento en que luchaba por respirar o cuando viste el accidente de coche, o lo que sea, si no te permites pensar en ello, eso tiene diferentes implicaciones para la memoria. Y a menudo se vuelve más emocional, de modo que el proceso de evitación consiste en evocarlo y luego suprimirlo.

En realidad lo estás recordando con más frecuencia de lo que lo harías si simplemente lo dejaras pasar. Y se trata de la percepción del tiempo. Así que, cuando somos niños parece que la vida va a durar para siempre. Y eso puede durar hasta la adolescencia y la veintena. Es muy adaptativo. Y, sin embargo, en el duelo el tiempo se fragmenta de manera sutil.

En el libro ‘La negación de la muerte’ por Ernest Becker te muestra que a medida que la gente se acerca al final, su percepción del tiempo cambia. Tienen una alta tasa de fotogramas y acumulan muchísima experiencia en poco tiempo.

Comunicación después de la Muerte Inducida

La Comunicación Después de la Muerte Inducida es una técnica terapéutica basada en la EMDR (Desensibilización y Reprocesamiento por Movimientos Oculares) que ayuda a los deudos (personas que están pasando por el proceso emocional de adaptación a la pérdida, ya sea por la muerte de un ser querido, una ruptura sentimental, la pérdida de un empleo) a procesar y superar el sufrimiento por la muerte de un ser querido. La CDMI fue descubierta y desarrollada en 1995 por el psicólogo Allan Botkin, durante su trabajo con veteranos de la guerra de Vietnam. 

La CDMI permite a los participantes tener la vivencia gozosa de que observan a sus difuntos e, incluso, de que dialogan con ellos. Esta vivencia permite experimentar una reconexión entre el deudo y su ser querido, la cual lleva, en muchos casos, a la conclusión del proceso de duelo. 

Los participantes sostienen que la presencia de los difuntos se percibe como algo sumamente real, por lo que muchos consideran que la CDMI permite acceder verdaderamente a una dimensión trascendental o espiritual. Otros, sin embargo, consideran que la vivencia es el resultado de alguna función natural (aunque aún no determinada) de la mente o del cerebro humano, cuya finalidad es permitir la solución del duelo.

Allan Botkin se ha abstenido de pronunciarse en favor de cualquier interpretación, tanto natural como sobrenatural (aunque descarta que se trate de alucinaciones), pues considera que lo importante de la CDMI no es la fuente de la vivencia, sino su gran eficacia terapéutica.

La Comunicación Después de la Muerte Inducida se basa en el tratamiento de dos terapias: CDMI con Terapia Regresiva.

Experiencias Cercanas a la Muerte y la Supraconciencia

‘La muerte física no es el fin de nuestra existencia, perdura eternamente’. Médico y cirujano Manuel Sans Segarra, experto en experiencias cercanas a la muerte. Aunque asegura que no hay ninguna explicación científica.

Durante años ha observado el comportamiento de personas clínicamente fallecidas. El doctor asegura que el patrón se repite en todos los pacientes: Ven lo que les sucede desde fuera, ven una luz y hablan con personas ya fallecidas.

El doctor Segarra explica cómo superar la muerte de un ser querido: ‘Está vivo en otra dimensión’.

El duelo por la pérdida de un ser querido es uno de los procesos más duros a los que se enfrenta el ser humano. Segarra destaca lo abrumador que puede ser este dolor, especialmente cuando la pérdida afecta a un hijo y subraya que, cuando el duelo se afronta desde una perspectiva estrictamente materialista, el peso emocional puede ser insoportable.

La forma más efectiva de aliviar el dolor y acompañar a aquellos que atraviesan este difícil momento es cambiar la visión hacia lo que denomino ‘supraconciencia’, un concepto que describe como una realidad existencial que va más allá de la muerte física. Para él, aceptar que la conciencia no desaparece, sino que se transforma y continúa en ‘otra dimensión energética’, es clave para superar el sufrimiento. Fuente.

Conciencia después de la Muerte


El sentido común nos dice que una vez que el órgano falla, la sangre ya no circula al cerebro y, por lo tanto, los monitores no pueden detectar actividad alguna: Así se declara el fallecimiento, todo se basa en el momento en el que el corazón se detiene’, explica el científico Sam Parnia, destacado experto en las Experiencias Cercanas a la Muerte. Sin embargo, según un estudio publicado en la revista ‘Resuscitation‘, realizado por la Facultad de Medicina Langone en la Universidad de Nueva York, pone en duda el consenso establecido ya que afirma que la conciencia humana no desaparece inmediatamente después de la muerte. Lo que significa que, en teoría, alguien podría escuchar cómo los médicos anuncian su propio deceso.


Varios de aquellos que dicen haber experimentado una ECM aseguran que recuerdan qué pasó en la sala del hospital una vez el doctor ya les había dado por muertos. Algunos se acuerdan incluso de las conversaciones entre los profesionales o de su caras de decepción. Todo esto llevó al investigador Sam Parnia a demostrar la aparente supervivencia de la conciencia tras la muerte técnica en el mayor estudio hasta la fecha, bautizado como ‘AWARE (AWAreness during REsuscitation, Conciencia durante la reanimación)’, que analiza las experiencias de 2060 personas que han sufrido un paro cardíaco tanto en EEUU como en Europa.

De estas, 330 sobrevivieron tras esfuerzos de reanimación y 140 dicen haber pasado por una ECM. Un 39% pudo describir una “percepción de conciencia” y un pequeño porcentaje fue capaz de describir las conversaciones y situaciones de la habitación del hospital. Lo más relevante es que esos recuerdos han sido verificados por el personal que estaba presente en ese momento exacto, según asegura Parnia.

Estamos tratando de comprender las características exactas que las personas sufren cuando pasan por la muerte, porque entendemos que reflejará la experiencia universal que todos tendremos cuando morimos’, asegura. Asimismo, también analizan al detalle qué ocurre en el cerebro durante el paro cardíaco, la muerte y la vuelta a la vida para comprender cuánto oxígeno llega al órgano, cuándo exactamente vuelve a conectarse y cómo estas experiencias se relacionan con la actividad cerebral. Además, han corroborado que, en efecto, aquellos que tan tenido un breve pero intenso encuentro con la muerte cambian para mejor. Encuentran un nuevo significado a su vida. Fuente.

El actor Jim Carrey (El Show de Truman) reflexiona sobre el duelo: Piensa en la palabra deprimido (depressed) como descanso profundo (deep rest). Tu cuerpo necesita estar deprimido (depressed). Necesita un descanso profundo (deep rest) del personaje que has estado intentando interpretar.

Yo Isasi

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