Existe un experimento muy famoso en el que se modificó genéticamente a ratas para que no tuvieran dopamina. Los científicos descubrieron que si les ponían comida en la boca, comían. Pero si la comida se colocaba a una distancia equivalente a la longitud de su cuerpo, la rata moría de hambre, lo que demuestra que la dopamina es fundamental para obtener lo que necesitamos para nuestra supervivencia básica. Cada vez que realizamos alguna actividad placentera, ya sea consumir azúcar, jugar a videojuegos, usar pornografía o redes sociales, esto afecta la dopamina. Y cuanta más dopamina se libera, mayor es la probabilidad de que esa sustancia o comportamiento se vuelva adictivo. Además, según los expertos, el riesgo genético de adicción se sitúa entre el 50 y el 60 %. Así que si tienes un padre o abuelo biológico con adicción, es más probable que tú también la desarrolles.
Y esto último no lo digo yo sino la Dra. Anna Lembke, profesora de psiquiatría en la Facultad de Medicina de la Universidad de Stanford y jefa de la Clínica de Diagnóstico Dual de Medicina de Adicciones de Stanford y una experta de renombre mundial en el tema de la dopamina. Es autora del libro Dopamine Nation: Finding Balance in the Age of Indulgence (Nación Dopamina: Encontrar el equilibrio en la Era de la Indulgencia) que explica cómo esta poderosa sustancia química controla tu vida y qué se puede hacer al respecto.
Uno de los hallazgos más importantes en neurociencia de los últimos 75 años es que las mismas áreas del cerebro que procesan el placer también procesan el dolor, y el equilibrio tiende a mantenerse. El problema radica en que automáticamente buscamos el placer y evitamos el dolor, y estamos expuestos a todo tipo de placeres en el mundo moderno. Nuestros cerebros reaccionan de forma descontrolada para intentar compensar. Entonces necesitamos una mayor cantidad de ‘droga’, en formas más potentes, para obtener el mismo efecto, lo que conduce a la adicción.
Debemos saber qué sucede con la dopamina a medida que pasamos del uso recreativo adaptativo al uso adictivo desadaptativo, ya que estamos expuestos a tantas sustancias y comportamientos reforzadores que nos hemos vuelto vulnerables al problema de la adicción. Dra. Anna Lembke.
La Importancia de la Dopamina
La dopamina es fundamental para nuestra supervivencia. Es una sustancia química de supervivencia que producimos en el cerebro y es la que nos ayuda a experimentar placer, recompensa y motivación. Puede que sea incluso más importante para la motivación que para el placer en sí porque sin dopamina no nos sentimos motivados a buscar aquello que necesitamos para nuestra supervivencia básica.
‘Necesito más dopamina’
Creemos que podemos volvernos adictos a la dopamina pero no nos volvemos adictos a la dopamina en sí. La dopamina no es buena ni mala. Es una señal que nos indica si algo que hacemos es potencialmente útil para nuestra supervivencia. Y también está relacionada con nuestras predicciones sobre lo gratificante o placentero que será algo. La dopamina nos informa sobre nuestra posición entre el placer y el dolor.
La Teoría de la Recompensa y la Adicción
Se basa en el principio de que las conductas que resultan en una recompensa (un estímulo placentero o positivo) son más propensas a ser repetidas. El sistema de recompensa del cerebro, a través de la liberación de dopamina en la anticipación de un premio, nos motiva a actuar para obtenerlo y así buscar la supervivencia y el bienestar.
Pero (tenía que haber un pero) también nos da la posibilidad de dejarnos un margen de maniobra a la hora de poder elegir lo que vamos a hacer y esto tiene un riesgo llamado adicción. Acciones que en un principio son voluntarias y totalmente controladas, como la elección de probar el alcohol, pueden pasar a ser la única opción que nos quede si nos volvemos adictos.
Entonces el centro de recompensa queda ‘hackeado’ y pasa a ser una herramienta obsesiva que nos orienta a un único objetivo que es perder el control sobre lo que hacemos.
Así que acciones como comer, beber, mantener relaciones sexuales, hacer deporte, que por sí solas producen placer, son susceptibles de desarrollar una adicción. Esto se produce a través de un aprendizaje, mediante el cual, con el tiempo, hemos ido aumentando las dosis del consumo para volver a sentir los efectos placenteros del principio. Es lo que llamamos tolerancia. El fin es sentir un mayor placer y apaciguar una emoción, la cual no sabemos afrontar, mirar ni trabajarla.
Cuando decidimos drogarnos rompemos este equilibrio cerebral por lo lo que tanto estructuralmente como químicamente nuestro cerebro cambia. Resultado de esto hace que la adicción sea considerada una enfermedad.
Ahora me dirás, Isasi, ‘yo lo puedo dejar cuando quiera’ y yo te digo que esoes autoengaño ya que debemos tener claro que la adicción no es una elección que hacemos sino que la sustancia o conducta ahora te controla a ti y no viceversa. Es una decisión determinada por nuestro sistema de recompensa que su objetivo es que sientas placer y así mantener tu supervivencia. Pero al desregular este sistema a causa de las drogas o conductas obsesivas pasamos a ser dueños de nuestro cerebro el cual dirige nuestra voluntad hacia la búsqueda de sensaciones placenteras y cada vez te pide más. E incluso los estímulos aversivos (dolorosos o desagradables) pueden activar la dopamina en nuestro circuito de recompensa y es por eso que hay gente adicta al dolor o situaciones no gratas.
Dopamina y Movimiento
La dopamina es fundamental para el movimiento. Así que no solo para el placer y la recompensa, sino también para el movimiento.
La enfermedad de Parkinson, que se caracteriza por rigidez y temblores, se debe a una disminución de dopamina en una parte del cerebro llamada sustancia negra. A medida que disminuye la dopamina en esta zona, las personas pierden la capacidad de mover su cuerpo. Probablemente no sea coincidencia que el mismo neurotransmisor, tan importante para el placer, la recompensa y la motivación, también lo sea para el movimiento, ya que debemos desplazarnos para conseguir el objeto deseado. Queremos eso y tenemos que esforzarnos. Hay que esforzarse para conseguirlo. Pero en el mundo actual, en realidad el esfuerzo ya no hace falta. Podemos deslizar el dedo a la derecha, a la izquierda y de repente, llaman al timbre y es un paquete de Amazon o haces un click y aparece ese videojuego o esa película porno. Y esto para nuestro cerebro resulta todo muy confuso, porque no es así como evolucionamos. Evolucionamos para tener que realizar un gran esfuerzo previo para obtener una recompensa mínima.
Dopamina y Adicción
Cuando el cerebro funciona correctamente se libera suficiente dopamina pero no demasiada, y la corteza prefrontal (crucial para la toma de decisiones, la planificación, el control de impulsos y la regulación emocional), frena esa liberación. Cuando las personas se vuelven adictas, hay un problema con la corteza prefrontal, existe una desconexión.
Esto sucede porque las sustancias adictivas provocan una respuesta desmesurada al llegar al cerebro. En lugar de una simple y placentera liberación de dopamina, muchas drogas y conductas, inundan el circuito de recompensa con dopamina, diez veces más que una recompensa natural.
El cerebro recuerda este subidón y lo asocia con la sustancia adictiva. Sin embargo, con el uso crónico de la sustancia, los circuitos cerebrales se adaptan con el tiempo y se vuelven menos sensibles a la dopamina. Se desarrolla tolerancia y para lograr esa sensación placentera se necesita cada vez más cantidad de esa sustancia para generar el nivel de euforia deseado.
Todo esto causa problemas de concentración, memoria y aprendizaje, por no hablar de la toma de decisiones y el juicio. Por lo tanto, la búsqueda de drogas está motivada por el hábito, y no por decisiones conscientes y racionales. Lamentablemente, persiste la creencia de que las personas con adicciones simplemente toman malas decisiones.
Y luego está lo que llamamos droga de preferencia, es decir, una puede liberar mucha dopamina en tu cerebro y puede liberar poca dopamina en el mío. Y esto nos lleva a la idea de que las personas tienen predilección por diferentes tipos de drogas. Y, ya sabemos que no sólo hablamos de drogas ya que también se puede desarrollar adicción a ciertas conductas.
Cuanta más dopamina y más rápido se libera, mayor es la probabilidad de que esa droga o conducta sea adictiva para una persona determinada.
Un ejemplo muy claro es el alcohol. Hay gente con un cerebro muy sensible que se toma una copa y ya no puede más y otra gente que no paran de beber y es porque su respuesta de dopamina es limitada.
Placer/Dolor y Homeostasis
El equilibrio entre niveles es lo que los neurocientíficos llaman homeostasis. Y uno de los impulsos fisiológicos fundamentales de todos los organismos vivos es volver a la homeostasis. La homeostasis es un proceso de autorregulación crucial para la supervivencia y el funcionamiento adecuado del cuerpo, que mantiene constantes la temperatura corporal, la glucosa en sangre y el pH. Y si nos excedemos demasiado, ya sea por exceso o por defecto, nos desintegramos y morimos.
Es nuestro nivel basal y nuestro cerebro siempre está liberando dopamina a un nivel basal constante, como si fuera el latido del corazón del cerebro.
Volviendo al alcohol al beberlo nos lleva el extremo de la balanza del lado del placer ya que provoca una liberación de dopamina, junto con otros neurotransmisores como el GABA (que aumenta la relajación y somnolencia), lo que crea la sensación de placer y bienestar inicial. Pero nuestro cerebro intentará compensar llevándonos al otro lado de la balanza para volver a la homeostasis, al equilibrio, así que se disminuirá la transmisión de dopamina. En este proceso de neuroadaptación, esos mecanismos de defensa que se aprovechan del dolor no desaparecen en cuanto se restablece el equilibrio. Permanecen activos hasta que nos inclinamos en la misma dirección opuesta.
Y esto es la resaca, el bajón, el bajón del lunes o ese momento de antojo. Ese momento en que quieres tomarte otro trago, otro bombón, otra partida del videojuego…
La drástica caída en los niveles de dopamina y serotonina después de que el alcohol desaparece del organismo también causan una «resaca emocional» con síntomas como bajo estado de ánimo, irritabilidad y dificultad para concentrarse, alterando la calidad del sueño, dolores de cabeza… ya sabemos de qué va.
No sabemos con certeza por qué existe este mecanismo, pero desde una perspectiva evolutiva, si vivimos en un mundo de escasez y peligro constante, este es el mecanismo perfecto para asegurarnos de que nunca estemos satisfechos con lo que tenemos, de que siempre queramos más. Nos ha convertido en buscadores por excelencia. Porque justo después de conseguir algo, siento una falta de placer y tengo un déficit, llega dolor, lo que significa que hay que buscar más dopamina. Y en un mundo donde todo escasea, eso podría significar irme de caza otras cuatro horas al día siguiente para matar una gacela. Dra. Lemke.
Mundo Caprichoso y Adicto
En este mundo de sobreabundancia, de quererlo todo y conseguirlo al instante, hace que la resaca no nos motive más.
¿Por qué ocurre esto? Porque el alcohol es un producto de la ingeniería humana que libera tanta dopamina de golpe en el circuito de recompensa que nuestro cerebro se esfuerza por compensarlo.
En realidad, no hemos evolucionado para tanto placer con tanto acceso. Hemos evolucionado para tener que esforzarnos mucho al principio, pasar hambre, sentirnos solos y cansados, y luego obtener una pequeña recompensa que nos devuelva al equilibrio. Así que, en realidad, evolucionamos para inclinar la balanza hacia el dolor en nuestro afán por encontrar placer. Y cuando lo encontramos, esa pequeña cantidad de comida, ropa, refugio o pareja nos devuelve al equilibrio.
Pero actualmente básicamente estamos programados (no es que hayamos evolucionado) para ser adictos porque si nuestro cerebro funciona así, está diseñado para buscar más dopamina y el problema es que tenemos dopamina sintética a raudales, con sustancias químicas sintéticas y, además, internet, que nos condiciona para obtenerla con facilidad. Eso significa que nuestros cerebros están, en efecto, desadaptados al mundo en el que vivimos y, por lo tanto, predispuestos a la adicción.
Estamos programados para ser adictos. Y si aún no lo eres, lo serás pronto. Estamos programados para sobrevivir en un mundo de escasez. Ese no es el mundo en el que vivimos ahora.
Existe, por lo tanto, una desconexión entre esta antigua predisposición que nos impulsa a buscar el placer sin descanso para sobrevivir y un mundo tan saturado de placer y estímulos supuestamente gratificantes que estamos sobrecargando nuestro sistema de recompensa, y nuestro cerebro se ve obligado a reaccionar para intentar compensarlo.
¿Qué ocurre entonces en un mundo donde puedo obtener una gran dosis de dopamina constantemente usando sustancias sintéticas, internet, pornografía o cualquier otra cosa? Recordemos que después de realizar una actividad muy placentera, nuestro cerebro compensa mediante la neuroadaptación, inclinándose en la misma medida hacia el lado del dolor y luego restableciendo el equilibrio, lo que llamamos homeostasis.
Primero placer, luego dolor, y después un retorno al equilibrio. Pero si continuamos consumiendo nuestra droga o conducta preferida durante días, semanas, meses o años, y le añadimos otras drogas más, y ahora consumimos pornografía, marihuana, todo al mismo tiempo, entonces, en esencia, lo que sucede es que esos impulsos de dolor se quedan estancados en el espectro.
Y ahora entramos en la fase de la adicción, lo que significa que hemos desplazado nuestro punto de referencia de placer hacia el dolor. Ahora necesitamos cada vez más de nuestra droga, en formas más potentes, no para drogarnos y sentirnos bien, sino simplemente para restablecer el equilibrio y sentirnos normales, y esto no va a ser suficiente. Para restablecer el equilibrio, tendríamos que seguir consumiendo mucho más de lo que realmente podemos sostener, y eso es, en realidad, un intento de restablecer ese equilibrio para poder sentirnos normales. Y cuando no consumimos, andamos arrastrándonos por ahí con dolor, experimentando los síntomas exagerados de abstinencia de cualquier sustancia o comportamiento adictivo: Ansiedad, irritabilidad, insomnio, depresión y deseos intensos de consumir. Mono, mucho mono.
Para intentar alcanzar el placer, lo que realmente quieres es un chute de dopamina. Y esto es muy difícil en el mundo en que vivimos.
Porque cuando nos inclinamos hacia el dolor, el impulso abrumador de recuperar el equilibrio o la homeostasis lo más rápido posible anula cualquier otro pensamiento racional sobre las consecuencias del consumo de drogas. Es como volver a la posición inicial porque si lo hago, al menos me sentiré mejor temporalmente.
Las personas adictas no intentan autolesionarse. Lo que intentan hacer es lidiar con el dolor, y todos buscamos maneras de afrontarlo. Pero en esta analogía, lo que finalmente sucede —y supongo que es lo que ocurre con los adictos— es que la forma en que eligen lidiar con su dolor se vuelve autodestructiva, lo que genera aún más dolor.
Trauma y Adicción
Todos partimos de un equilibrio entre placer y dolor que está al mismo nivel que el suelo pero en realidad probablemente eso ya no es cierto.
Según la doctora Lemke, algunas personas, en un estado inicial, pueden presentar mayor depresión o ansiedad, o haber tenido experiencias vitales que las predisponen a una reacción de estrés crónico. Las personas con trastornos psiquiátricos o con traumas, tienen mayor riesgo de desarrollar adicción, probablemente porque recurren a esa sustancia para automedicarse y aliviar su problema psiquiátrico o su trauma. El problema es que esto no es medicinal. No cura.
Si bien a corto plazo las sustancias pueden ayudar con ese tipo de sentimientos de dolor psicológico y físico, con el tiempo, debido a la forma en que el cerebro se adapta, las sustancias y otros comportamientos adictivos solo empeoran los problemas psiquiátricos, ya que nos adentramos aún más en el lado del dolor.
El trauma suele conducir a conductas adictivas porque el trauma ha causado dolor, estrés, y buscamos maneras de aliviar ese dolor o estrés para anestesiarnos, para no estar presentes en nuestra realidad y tener que lidiar con lo que está sucediendo en nosotros.
La dopamina originalmente nos ayudaba a encontrar aquello que necesitamos para sobrevivir: Comida, ropa, refugio, pareja. A esto lo llamamos recompensa natural.
Pero hoy en día, esa misma vía de recompensa, que depende de la dopamina, ha sido secuestrada por todas estas recompensas artificiales que nuestro cerebro confunde con necesarias para la supervivencia. Por eso, las personas con adicción severa están dispuestas a robar a sus seres queridos, a perder a sus familias, sus hogares, sus trabajos, todo lo que tienen para conseguir otra dosis de la droga que consumen. Esto se debe a que su cerebro ha sido secuestrado y ahora confunden la droga con una necesidad para sobrevivir. Además, las drogas son increíblemente potentes. Liberan mucha dopamina de golpe, lo cual, de nuevo, confunde a nuestro cerebro. Las recompensas naturales requieren un esfuerzo inicial, donde trabajamos mucho, y luego obtenemos una pequeña cantidad de dopamina. Pero en estos casos, eso ya no es así.
Hay una serie de experimentos muy interesantes con roedores, donde, en primer lugar, se vuelven adictos a la cocaína con mucha facilidad. Presionan una palanca para obtener cocaína hasta el agotamiento o la muerte, pero si se les quita la cocaína, ese comportamiento desaparece, lo que significa que los ratones simplemente dejan de presionar la palanca porque ya no reciben cocaína.
Tiene todo el sentido. Pero si después se les expone a una descarga eléctrica muy dolorosa en la pata, es decir, un dolor físico extremo, que podríamos comparar con un factor de estrés grave, lo primero que hará la rata será correr de nuevo hacia la palanca y empezar a presionarla para obtener cocaína.
Esto nos indica que, una vez que nuestro cerebro descubre una droga que libera mucha dopamina en nuestro circuito de recompensa, incluso después de dejar de usarla, si nos exponemos a un factor de estrés extremo, nuestro cerebro nos dirá inmediatamente: ‘Ve y haz eso que te da mucha dopamina porque estás estresado y necesitas aliviar el estrés’.
Así que, si descubres tu droga preferida cuando eres joven y es la comida, la pornografía o cualquier otra cosa que te hiciera sentir bien por un momento, un momento de placer, eso siempre se convertirá, en aquello a lo que recurres cuando la vida se pone difícil.
Y las personas en recuperación sostenida de la adicción cuando están bajo estrés saben que esto puede ser un factor desencadenante de una recaída. Por lo tanto, debemos ser muy conscientes y evitar situaciones estresantes. Dra. Lembke.
Estrés y Adicción
El estrés puede presentarse de muchas maneras. En Alcohólicos Anónimos hay un acrónimo muy útil llamado HALT: Hambre (Hunger), ira (Anger), soledad (Loneliness), cansancio (Tiredness). Es usado como técnica de auto-cuidado para identificar y manejar las necesidades físicas y emocionales básicas que pueden afectar nuestro estado de ánimo y comportamiento. Se utiliza para tomar conciencia de si estamos experimentando un desequilibrio emocional causado por estas cuatro áreas y tomar medidas.
¿Qué significa cada letra?
- H (Hambre): La falta de alimento puede causar irritabilidad, fatiga y falta de concentración.
- A (Ira): La ira o frustración no procesadas pueden nublar el juicio.
- L (Soledad): Sentirse aislado puede aumentar la vulnerabilidad y la angustia emocional.
- T (Cansancio): El agotamiento físico o emocional reduce la resiliencia y la paciencia.
Cuando sientas emociones intensas detente y pregúntate si alguna de las letras HALT está presente en tu situación. Una vez identificado el estado, toma medidas para abordarlo. Por ejemplo:
- Si tienes hambre, come algo nutritivo.
- Si sientes ira, busca formas constructivas de expresar tus sentimientos.
- Si te sientes solo, contacta a alguien o busca conexión.
- Si estás cansado, descansa o relájate.
Estos estresantes cotidianos que todos experimentamos —hambre, ira, soledad, cansancio— pueden provocar que queramos consumir. Por eso, las personas en recuperación deben ser muy conscientes de no tener demasiada hambre, no enfadarse demasiado, no sentirse demasiado solas y no cansarse demasiado.
Conclusión con Buenas Noticias
El libro Dopamine Nation de la Doctora Lembke, explica que el cerebro equipara el placer y el dolor como lados opuestos de una balanza. Cuando experimentamos algo placentero, el cerebro se desequilibra y luego activa un mecanismo que puede llevar a un estado de déficit de dopamina, creando una necesidad por más.
- El exceso de dopamina: La sobreexposición a estímulos de alta recompensa (drogas, comida, redes sociales, etc.) puede desensibilizar nuestra capacidad de experimentar placer, haciendo que necesitemos más y más para sentir algo, lo que lleva a la adicción.
- Abrazar la incomodidad: Para contrarrestar esto, Lembke sugiere que la incomodidad o incluso el dolor pueden ser una forma de ayudar al cuerpo a producir dopamina de manera natural y a restablecer el equilibrio. El ejercicio es un ejemplo clave de esto.
Una idea central es que la incomodidad e incluso el dolor pueden ayudar a nuestro cuerpo a producir más dopamina de forma natural. La incomodidad y el dolor pueden desencadenar respuestas fisiológicas naturales que aumentan los niveles de dopamina, como parte de una respuesta de afrontamiento.
Importancia de la Endorfina
Sin embargo, es importante aclarar que el principal neurotransmisor responsable de enmascarar el dolor es la endorfina, no la dopamina.
- Aunque al principio puede ser incómodo o doloroso, la actividad física libera endorfinas que alivian el dolor y, a largo plazo, también estimula la liberación de dopamina como una forma de recompensa.
- El proceso de esforzarse por lograr una meta, incluso una pequeña, puede ser incómodo o difícil, pero al alcanzarla, el cuerpo libera dopamina como recompensa, lo que genera una sensación de logro.
- En un suceso traumático, el cuerpo puede liberar endorfinas para amortiguar el dolor inicial, creando una sensación de shock o adormecimiento. Esto permite que podamos actuar sin la incapacidad total del dolor, y luego, con el tiempo, el dolor se procesa gradualmente.
La buena noticia es que el cerebro tiene la capacidad de reorganizarse y recuperar su función normal con el tiempo. Sin embargo, esto requiere un período de abstinencia y cambios en el estilo de vida como el ejercicio físico que aumenta la producción natural de dopamina, la meditación que regula los niveles de dopamina y reducen la impulsividad, buena nutrición con alimentos ricos en tirosina (precursor de la dopamina) como el pescado, terapia (ya sabes dónde encontrarme) y conectar de manera auténtica con los tuyos.
